Supernatural AU

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Sentía su cuerpo ceder ante la gélida tormenta de nieve que insistía en derribarlo sobre el suelo. Pero tenía que seguir moviéndose y buscar refugio lo más rápido posible, o de lo contrario, podría caer rendido entre la nieve en un profundo sueño del cual seguramente no despertaría. Incluso él con dieciocho años podía entender las reglas básicas de la supervivencia cuando estaba completamente perdido.

Si tan solo Shiro no hubiese dicho aquellas palabras, nada de esto estaría pasando.

Keith solía tener encuentros con su mejor amigo en los que gran parte del tiempo solían ser por su culpa, su carácter era algo que hasta a él le costaba manejar de vez en cuando. Pero aquella mañana, luego de terminar de desempacar las cosas en la cabaña para iniciar unos merecidos días de descanso en las montañas, estalló todo entre ambos cuando Keith, en una desacierta ingenuidad, mencionó en voz alta si tal vez existía un grupo de zorros místicos viviendo cerca de ellos.

Sus amigos solo sonrieron en sorna, pero Shiro dejó caer el vaso de agua que había estado usando fuertemente sobre la mesa.

Ni siquiera Lance o Hunk pudieron aplacar sus ánimos luego de la discusión, Shiro estaba cansado de escuchar las creencias infantiles de Keith sobre seres mitológicos a tan gran edad, y él estaba molesto por haber sido insultado de tal manera.

Podía soportar escucharlo de sus compañeros cuando descubrían sus investigaciones sobre pie grande, tragarse sus palabras cuando un adulto cuestionaba sus teorías ante la prueba verídica que daba a entender que mothman existía, pero no de Shiro.

Había sido un fuerte golpe para la confianza que tenía con la única persona con a que se había abierto de manera tan profunda e íntima después de su padre. Es por eso, que luego de improperios y fuertes palabras por parte de ambos, Keith decidió salir en búsqueda de aclarar su mente.

Horas más tarde, empezó la tormenta.

Su rodilla golpeó el suelo con fuerza, cansado de caminar en contra de la tempestad y con apenas energía para respirar. Ya no podía ver nada más que blanco a su alrededor, sus piernas no reaccionaban ante su insistencia y el hambre lo debilitaba.

Se sentía desfallecer, luego de unos segundos, dejó caer su cuerpo sobre la nieve que lo sostenía.

Por un momento, dejó de pensar en Shiro y sus amigos, y sus recuerdos deambularon hacia sus últimos días, en sus compañeros de preparatoria, en Iverson, ese profesor que solo lo sacaba de quicio cada día con algo nuevo. Sus pensamientos se dirigieron en la última charla que sostuvo con su padre, en como estaba tan orgulloso de él por las notas sobresalientes que había conseguido en su ultimo semestre, y en lo feliz que le hacía que su único hijo fuese a un viaje de vacaciones con nuevos amigos que había conocido ese año.

Si tan solo supiera en como iba a terminar todo para él...

Pidió perdón en silencio ante el sufrimiento que le ocasionaría a su padre el saber que moriría enterrado bajo la nieve por su estupidez. Aunque quiso esforzarse para seguir luchando por su vida, el dolor en su cuerpo apenas le permitía respirar con facilidad. Y el cansancio poco a poco comenzaba a adormecerlo por completo.

Cerró los ojos, tal vez, en ese momento, podría al fin encontrarse con su madre en la siguiente vida.

Aquel pensamiento le hizo llorar de impotencia.

A través de la corriente, pudo escuchar levemente el sonido de un aullido.

De un segundo a otro, una presencia neutral se sintió a través de su espalda, pero Keith apenas podía mantener los ojos abiertos para saber de qué se trataba, un rápido pensamiento le hizo creer que tal vez sería devorado por lobos. Lo último que sintió, fue la imagen de uno ojos dorados que lo observaban con suspicacia, junto a unas orejas puntiagudas doradas que brillaban entre la nieve, y una mano cálida alrededor de su mejilla fue suficiente para hacerlo dormir.

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