Eudaimonía

23 2 8
                                    

Estaban las dos sentadas a la mesa de la pequeña sala de estudio que tenía la pelirroja en su piso. Estaba ayudando a la otra con dibujo. Nunca había cursado esa asignatura, se había metido en el bachillerato de Ciencias Sociales. Al parecer en su pueblo no había Artes, habría tenido que coger el autobús todos los días para ir a la ciudad y su madre se negó en rotundo. En ese instante, la pelinegra se levantó de la silla y se trasladó al suelo, poniéndose en una de esas posturas tan incómodas para el resto de humanos, pero tan cómodas para ella. "Esta chica es algo rara..." pensó Lucy mientras se le dibujaba una media sonrisa en la cara al mirar a su compañera. Entonces, le sonó el móvil. Le dio la vuelta y, después de leer el mensaje, puso los ojos en blanco con un bufido y volvió a lo suyo. A la pelirroja le carcomía la curiosidad, siempre había sido muy cotilla, pero lo dejó pasar. Al poco tiempo sonaron unas cuantas notifcaciones más que la pelinegra también ignoró.

—Ponlo en silencio, si te molesta— le dijo Lucy intentando sonar lo más despreocupada posible.

—Qué va. Si las voy a ver igual.

—Si no es mucho preguntar... ¿qué quieren?

Cuando terminó la frase, otra notificación volvió a sonar, haciendo que Dorcas se sobresaltase, estropeando uno de los pocos dibujos decentes que había hecho. Ella apretó el lápiz con la mano hecha un puño. Lo apretaba tanto que Lucy pensó que si seguía así, lo rompería. Soltó un suspiro para tranquilizarse y sus nudillos dejaron de ser blancos para volver a su color natural.

—Es una compañera de residencia. Me presentó a alguien hace poco y no deja de preguntarme que qué tal con él y toda la pesca—intentó hablar con tranquilidad.

—Ah... espera... ¿Él? ¿Qué tienes que contarme que no me has contado, imbécil?

Dorcas se llevó la mano a la frente y cerró los ojos en busca de paciencia. Estaba cansada de hablar de Lance, Selena era muy pesada. Lo último que necesitaba era que también Lucy se pusiera igual. Pero ahora no podía evitar su pregunta y tendría que contárselo.

—Hace un tiempo, mi compañera de residencia y yo salimos a dar una vuelta. Salió el tema de la música y yo dije que tocaba el piano. Entonces me llevó a un bar...

Se lo contó todo. Lucy la miraba, atenta, asintiendo cada unas cuantas palabras, sentada en la silla. La otra se había acomodado en el suelo, sentada con las piernas cruzadas como india. Mientras hablaba, gesticulaba con las manos, que cuando estaban quietas descansaban encima de sus zapatillas o en la alfombra de la habitación. Se sentía bastante rara contando todas esas cosas. Seguía sin creer que esta fuera su vida ahora. Todo le parecía un bonito sueño que se desvanecería en cuando abriera los ojos.

—Y desde aquellas, la otra chica me pregunta todas las tardes que qué tal con él.

—Pero esta tarde no fuiste— Lucy ladea la cabeza frunciendo el ceño.

—Tenía pensado ir después de estudiar. Le tengo que devolver unos libros.

—Te acompaño— dijo ella con una sonrisa inocente en el rostro.

La pelinegra la miró desde el suelo con desconfianza, pero en seguida la otra se apresuró a decirle que no haría nada de lo que luego pudiera arrepentirse. Cuando aceptó a que la acompañara, la pelirroja se puso a dar pequeñas palmaditas y a canturrear "Voy a conocer al ligue de Dorcaaaas"

—Espera, ¡no es mi ligue! Es un amigo, nada más.

—Ya claro—dijo Lucy alargando mucho las aes—. Eso es lo mismo que decir que eres Hufflepuff.

Y justo cuando terminó de decir esas palabras, un cojín impactó en su cara, despeinándola. Miró a Dorcas con furia y le devolvió la tirada, fallando. "Tengo que mejorar mi puntería" pensó enfadada mientras Dorcas se reía a pleno pulmón.

AkrasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora