Fifth

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Respirando profundamente, Louis se arrodilló en el suelo, al costado de su cama, acomodando la pequeña hoja blanca encima de sus sábanas limpias de terciopelo. Empuñó bien el bolígrafo entre sus dedos, empezó a escribir.






A ti, dulce dolor de mi corazón.
Me culpé de todo. De tus errores, tus desgracias, de todo lo malo que te sucedió a mi lado, en nuestra vida juntos, como familia.

Entendí ser la desgracia que causó tu partida. Fui yo el causante de tu abandono, te llevé a tomar esa decisión.

Una cosa.
Siempre sospeché que mi amor nunca había sido realmente correspondido. Un amor puro. Un amor que salvaguardé para ti. Y a pesar de ser consciente de tu indiferencia, te dejé manipularlo hasta desbaratarlo completamente.

Fue inevitable.
Te amaba jodidamente tanto; eras el fuego que incendiaba mi alma, mi vida, alumbrabas mis días que no me importó arder. Contigo o por ti.

Pero.
Estaba lleno de dudas.
¿Por qué negarlo? No tendría sentido.
Borrascosos recuerdos transitaban y penetraban mi mente. La sensación de agonía que sentía cuando no lograba entenderte siguen presentes en mi interior. Ellas siguen aquí, dentro de mí, recordándome que por mí te marchaste.

Cuando afirmaste a nuestra pequeña que nunca nos ibas a dañar, convendiendola que nos amabas con locura, hallé una pequeña esperanza alumbrar el túnel en el cual paulatinamente me estaba derrumbando. Estaba tan hundido, perdido y desconsolado que cuando oí aquellas palabras sentí una fortaleza invadirme, incitandome a seguir luchando y restablecer nuestra pequeña familia. Una que siempre prometiste construir a mi lado.

Al final, mi amor terminó consumiendome.

Triste, desgraciado.
Soy el responsable de todo el dolor que me está consumiendo.

Nunca te importó lo qué realmente sentí. Nunca te importaron mis lágrimas; nunca las escuchaste.
No significó nada mi desconsuelo.

Derramé lágrimas que tú nunca derramariás, sientí un dolor que nunca debí sentir. Sufrí una tortura que no me correspondió.

Porque.
Siempre luché por nosotros: por ti, Blyoh y por mí.

No te importó ni si quiera el esfuerzo que tanto me costó hacer. Traté jodidamente tanto en comprenderte que te reirías de mí. ¿Si supieras que me estaba muriendo lentamente por dentro lo hubieras hecho? ¿Te hubieras quedado?

Harry.
Eres un cobarde, fugaste sin pronunciar una palabra.
Tomaste mi debilidad, todo lo que te otorgué. Echaste todo a la basura.
¿Estarás fortaleciendo y aumentando tu ego? ¿Relucirás mi desprecio con una sonrisa, como un trofeo, deambulando tu abandono ante mi dolor? ¿Esto fue lo que siempre quisiste: verme destrozado?

Recuerdos agobiantes.
Tus penas siempre las hice mías porque eramos uno. Pensé.
Ahora, tú eres la principal de ellas y la que más lastima.

Quemas.

Amargo amor.
Me dejaste ser el primero en tu corazón, ¿para luego qué?
Ser el último en tu mente.

Vacío corazón.
Curé tus heridas hasta fortalecerlas, cuidé tu dañado corazón, porque te lo prometí el día que te susurré mientras te juraba amor eterno con los ojos llorosos.

Todo fue envano.
Me apuñalaste y te lárgaste sin dudarlo. Sin arrepentimiento.

Ahora estoy seguro que nunca regresarás. Es por ello que escribo.

Débil.
Dejaste al ser más hermoso que viste nacer y acunaste entre tus brazos, asegurando y prometiendo cuidarla ante todo. Si decidiste irte sin pensar en el pequeño e inocente corazón de tu hija, ¿cómo no lo ibas hacer lo mismo conmigo, a la persona que juraste amar, honrar, cuidar y apoyar en enfermedad y salud?


Te burlaste de mi amor y de la inocencia de mi hija.

Pero, saldremos adelante.
Sin ti.




Cuídate mucho, Harry Edward Styles, porque a pesar de todo lo malo que hiciste, te seguiré amando y recordando. Gracias. Porque a pesar de que te marchaste, me dejaste mucho amor del cual aferrarme y continuar luchando.















Louis dobló el folio mientras sollozaba silenciosamente, esperando que nadie escuchara su llanto, parándose delicadamente, sin lastimarse y alerto, el pequeño castaño se encaminó hacia la parte superior de su cama y sentándose en ella, alzó las almohadas que reposaban encima del cómodo colchón. Las acomodó a un lado y con el corazón en la boca, los latidos a mil y el rostro empapado de dolor, aferró suavemente el pequeño aparato de color rosa. Observó detenidamente las dos rayitas rojas y -Cuidaré también de ti, mi hermosa criaturita- susurró, acariciando delicadamente su vientre mientras lágrimas saladas besaban sus labios.





















(los espacios rapresentan lo vacío que se siente Louis a la hora de escribir, y las veces que llora y se derrumba)

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