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-Buenas noches papá.- pronunció en medio de un bostezo un pequeño de nueve años con pecas y un precioso cabello zanahoria mientras se tallaba sus ojitos con las manos.

Así se despedía cada noche el pequeño Félix de su padre omega Chittapon Leechaiyapornkun, más conocido como Ten. Por desgracia, su padre alfa solía llegar cuando el pequeño cachorro ya estaba dormido de sus largas guardias en el hospital y no podía despedir el día con él de  la misma manera que con el omega. 

Con nueve años el pequeño nunca había echado de menos despedirse del alfa, él estaba bien con su padre omega y su aroma a crema de vainilla.

-Buenas noche pequeño.- lo despidió su padre con un beso en la cabeza mientras este andaba el camino hacia su cuarto con pasos torpes y erráticos.

Ten sonreía con ternura al ver a su pequeño en ese estado que se repetía cada noche. Normalmente lo grababa y le mandaba el vídeo a Johnny, su marido alfa, pero esta noche su teléfono estaba perdido en algún lugar y no podía repetir su ritual.

Como cada noche Félix se durmió mientras Ten esperaba a su marido viendo alguna serie aburrida en la televisión. Como cada noche Ten sintió el olor de su marido en cuanto este se acercó a la puerta. Pero esa noche había algo diferente, el olor a roble viejo de su marido se sentía diferente, más dulce. No le costó diferenciar el olor a algodón de azúcar de la recepcionista de la clínica de su marido.

Cuando Johnny entró por la puerta con la camisa normalmente impecable medio abierta y marcas de un pintalabios rojo en su blanquecino cuello Ten pudo sentir como su marca perdía fuerza. Quiso llorar y gritar, pero tenia miedo de despertar al pequeño que dormía en la habitación sin tener idea de lo que le pasaba a su padre.

-Mañana mismo quiero que tu y el niño os vayáis de mi casa.

La voz del alfa no era siquiera parecida a la de mando, pero Ten no necesitaba que se lo repitiese otra vez. Sentía a su omega morirse lentamente al ver al hombre que había llegado a amar y por el que se había dejado marcar mostrando tanta indiferencia hacia él y su hijo, el hijo de ambos. 

Salió corriendo escaleras arriba para encerrarse en su habitación y hacer las maletas para no volver a ver a ese imbécil nunca. El olor a tristeza se extendía por todo el lugar que antes llegó a considerar hogar.

Ten se encontraba sentado con la espalda apoyada en la puerta del cuarto que hasta ahora él y el alfa compartían. Respiraba profundo intentando calmar el dolor de su pecho y que su aroma se aligerase para no alarmar a su pequeño, que seguramente estaría durmiendo. Las lágrimas caían con fuerza, tanta que sentía su cara totalmente empapada.

Él siempre pensó que las parejas eran para siempre, que si mordías a alguien era para no dejarlo nunca. Pero la realidad le había hecho toparse con un alfa para el que las historias de amor no eran más que eso, historias bonitas para contar a los cachorros que luego nunca se cumplían. Él siempre buscó a su príncipe y se acabó topando con el villano. 

Empezó a preguntarse que había hecho mal para merecerse eso, para que Johnny tuviese que buscarse a otra.

Justo cuando estaba por perder los nervios y romper cualquier objeto a su alcance sintió unos pequeños golpes en la puerta a sus espaldas. Una respiración ligera seguida de otra serie de golpes le hizo volver a la realidad.

-¡Papá! ¡Abre!

La voz infantil de Félix le hizo volver a recuperar el control. Abrió la puerta esperando ver a su hijo con la ligera sonrisa que tenía siempre, pero gran fue su sorpresa al encontrarse con un ceño fruncido y un puchero de un niño que, con una mano, se aferraba a un osito de peluche con tanta fuerza que su pequeño puño se estaba volviendo blanco. El pequeño animal de peluche colgando de su agarre se balanceaba sin control de manera lenta y tortuosa.

~Tatoo~ ChanglixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora