Cuando te conocí, miraba tu sonrisa tan espontánea, tan tuya, tan bella,
Miraba como tus cabellos hacían juego con tus ojos mientras veías el horizonte, tan lejano, tan cerca de ti,
Y corrían las aves sobre las ramas para impulsar su vuelo mientras seguía viéndote,
No sabía ni tu nombre,
No sabía que bajo tus senos exageradamente hermosos,
Había un corazón tan mágicamente único,
Un corazón que noche tras noche podría querer,
Y seguía viéndote,
Queriendo decifrar la edad que tenías,
Queriendo adivinar tú nombre,
Cuando te conocí nunca imaginé,
Qué desnuda te tendría en mi cama,
Qué probaría tus líquidos manjares de dioses,
Qué podría escalar tus caderas con mi piel,
Nunca imaginé que podría, en un centímetro de tu cuerpo escribir mil poemas,
Cuando te conocí, nunca imaginé,
Sentir tu clítoris en mi lengua,
Qué nuestra carne fuera una sola,
Y estaba ahí viéndote tan fijo, tan desconcertado,
No sabía ni tu nombre,
Y sin querer queriendo,
Hoy mis fluidos acaban entre tus colinas como nieve en el Ártico,
Hoy mis besos en tu boca son igual de húmedos que besar tus labios.
Hoy disfruto mi cama navegando entre tú interior.
