Exiled

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Seokjin se despertó al alba, con los pequeños rayos del sol entrando a la cabaña, no quería irse, se sentía tan cómodo y acogido entre los brazos de Jungkook, pero sabía que pronto sus guardianes estarían en su casa asegurándose que estuviera allí. A regañadientes se incorporó y observó con una sonrisa al alfa, su alfa, dejando un suave beso en sus labios, Jungkook se veía tan sereno durmiendo. Se levantó intentando hacer el menor ruido posible para no despertarlo, tomando sus ropas para vestirse y salir a paso rápido de la cabaña, partiendo camino de regreso al pueblo.

No podía estar más feliz, se había unido a su alfa destinado y por primera vez su celo estaba en calma. Una sonrisa grande se formó en sus labios y siguió caminando, apresurando el paso hasta visualizar el pueblo. Al estar cerca de su hogar, lo primero que visualizó fue la puerta principal abierta y no pudo evitar que un escalofrío recorriera su espina dorsal, no podían haberlo descubierto, su padre lo mataría.

Rápidamente corrió en dirección a la casa, encontrándose con lo menos quería, su padre estaba esperándole en el umbral de la puerta con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Apenas su padre detectó su presencia, se acercó y lo abofeteó tan fuerte que cayó al piso, sin dejarle tiempo para reaccionar.

— ¡¿Dónde mierda estabas, Seokjin?! —vociferó su padre, la rabia reflejada en sus oscuros ojos y en la tensión de su cuerpo.

— Padre... Y-Yo... —tartamudeó el omega presa del pánico, su padre iba a matarlo, su desobediencia no tendría perdón.

— Levántate... —le ordenó, acercándose amenazante— ¡LEVÁNTATE! —le grito, tomándolo del brazo con fuerza y jalándolo hacia arriba de un tirón, arrastrándolo al interior de la casa.

Seokjin apenas podía reaccionar, dejándose jalar por su padre y tiritando del miedo, estaba aterrado, nunca había visto a su padre tan descontrolado.

— ¿Qué fue lo que hiciste? —el alfa se acercó peligrosamente, olfateándolo y tomándolo del cuello— Te apareaste... —susurró entredientes, con los ojos rojos y la furia fluyendo de su cuerpo— ¡TE APAREASTE! —gritó colérico, revisando entre sus piernas con manos frías y abofeteando nuevamente al omega al comprobarlo— Estás manchado, Seokjin... ¡Eres una deshonra! —le espetó, mirándole con odio y decepción—

— Padre... —logró murmurar, mientras lloraba y se estremecía de pie frente a él, intentando tomar la camisa de su padre— Perdóname...

— ¡FUERA! —le gritó, tomándolo del brazo y arrastrándolo hacia la salida— No te quiero volver a ver... ¡ESTÁS DESTERRADO! —lo lanzó afuera de la casa, haciéndolo caer a la fría yerba del jardín— ¡ESTÁS DESTERRADO DE ESTA MANADA! 

— Papá... Por favor, no me abandones... —le suplicaba Seokjin entre llantos e hipidos, pero su padre lo miraba inflexible, sin ningún atisbo de compasión.

— Levántate... —murmuró frío e inexpresivo, mientras caminaba hasta la camioneta y abría la puerta trasera— Levántate y entra... —le ordenó—

El omega entre llantos y temblores, se levantó y sin rechistar entró a la camioneta, recibiendo un portazo cuando su padre le cerró la puerta. No podía dejar de llorar y abrazarse así mismo, tenía miedo, no quería estar solo, no quería dejar su manada, no quería dejar a su primo, no quería dejar a Jungkook.

El alfa se subió sin decir palabra alguna y comenzó a conducir fuera del territorio de la manada, sin siquiera girar a ver a su hijo. Una vez fuera de sus dominios, se detuvo en un lugar neutro del bosque, donde los lobos solitarios y otros animales convivían. Se bajó de la camioneta, abriendo la puerta y bajando a rastras al omega, lanzándolo fuera del vehículo.

— No te atrevas a volver, Kim Seokjin... —le habló con una frialdad que le caló hasta los huesos— Sí vuelves, te asesinaré, tú ya no eres mi hijo —le espetó con odio, dándose la vuelta y subiendo nuevamente a la camioneta, abandonándolo en medio del bosque.

Seokjin se abrazó a sus piernas y se encogió en el suelo del bosque, llorando con fuerza, ahora estaba solo, era un omega desterrado y manchado. Ya no tenía esperanzas, sus posibilidades de sobrevivir eran nulas, un omega solitario era una presa fácil para los otros lobos.

El omega como método de supervivencia, cambió a su forma de lobo, Seokjin era un hermoso lobo de color caramelo y ojos ámbares, estilizado y bastante ágil. Había aprendido a cazar desde que era un cachorro, sabía esconderse y atacar en el momento preciso sin ser detectado.


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Seokjin contra todo pronostico logró sobrevivir cazando y escondiéndose en una madriguera bajo el hueco de un árbol, se había encontrado con algunos lobos a lo lejos, pero estos no lograron detectarlo, gracias a que se impregnó en fango y en el olor de las hojas silvestres. Además, había percibido que su olor había cambiado, era más suave y dulce. Se sentía más cansado y con mucho apetito, no quería ser una presa para ningún animal salvaje, sobretodo no quería ser una presa para los lobos solitarios.

Ya habían pasado dos semanas y se sentía orgulloso de sí mismo por haber resistido tanto tiempo, pero en los últimos tres días no había probado bocado alguno y comenzaba a ver su final, sólo podía moverse para ir al claro que estaba cerca y tomar agua. No tenía fuerzas para cazar y aunque el hambre lo estaba matando, cuando corría se mareaba y vomitaba lo poco que lograba digerir. Estaba enfermo y completamente solo, no podía buscar ayuda y mucho menos volver a su manada, el deseo del alfa se volvería realidad y moriría en aquel bosque.

Sostener el cambio se le estaba haciendo muy difícil, por lo que volvió a su forma humana, intentando volver a pie a su madriguera, afirmándose de los árboles y caminando a paso lento. Ya no podía más, estaba muy débil y finalmente su cuerpo cedió, desmayándose a pocos metros del claro.

Un par de cambiaformas daba por terminada su visita al bosque, un alfa y un beta iban de regreso a la gran ciudad, deteniéndose en el claro a descansar y refrescarse un poco. El beta bajó de la camioneta estirándose un poco, caminando con una sonrisa mientras admiraba el paisaje y respiraba el aire puro del bosque.

— ¡Hoseok, no te alejes demasiado! —escuchó a su novio que aún se encontraba en la camioneta. El beta sólo levantó el pulgar en señal de que lo había escuchado, continuando la caminata.

Se detuvo abruptamente al percibir otro aroma, parecía ser de un omega y estaba bastante cerca, por lo que sigilosamente se escabulló entre las ramas, encontrándose con el cuerpo de un joven lobo inconsciente.

— ¡YOONGI! —gritó con fuerza, apresurándose a llegar con el omega, no lucía muy bien, estaba pálido y probablemente enfermo.

A los pocos segundos llegó su novio exaltado y preocupado, encontrando al beta frente al cuerpo de lo que parecía ser un omega. Rápidamente se acercó y revisó superficialmente al chico, notando que no estaba marcado y olía al bosque.

— Yoonie no se ve muy bien, parece que está enfermo y no ha comido en días... —murmuró apresumbrado el beta, tocando suavemente la frente del omega— Debemos llevarlo a un hospital...

— No está marcado y parece que está solo, no parece un lobo salvaje, debieron abandonarlo... —suspiró el alfa, quitándose su chaqueta y cubriendo al omega, tomándolo en brazos con cuidado— Vamos, Hobi... No podemos quedarnos aquí por mucho tiempo.

El beta asintió mientras seguía a su alfa, estaba preocupado por el omega, era muy joven y estaba abandonado. Sabía que las manadas del bosque eran más retrogradas y duras, pero nunca pensó que eran tan crueles como para abandonar a un cambiaformas tan joven a su suerte.

Cuando llegaron de vuelta al claro, Hoseok se apresuró y abrió la puerta de la camioneta para dejar al omega en los asientos traseros, quitándose su chaqueta también y abrigándolo, esperaba que pudieran llegar a tiempo.

Ambos lobos se subieron en silencio a la camioneta y emprendieron rumbo de vuelta a Seúl, observando de reojos al omega, rogándole a la madre luna que resistiera y pudiera sobrevivir. 

Desterrado «Kookjin»Where stories live. Discover now