Capítulo 1

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Me mira con tristeza. Esa tristeza de la que creí ya había superado, pero es más que eso, es de decepción e incredulidad, su mirada llena de felicidad y positivismo se vio remplazada por una decepcionada y destrozada mirada. Odiaba verla así y que yo sea el causante de eso me hace odiarme con fuerza. Soy la persona que la lastimo de la manera más cruel, jamás sentí tal arrepentimiento. Trate de cambiar, hacer las cosas mejor, pero solo lo empeore, mis impulsos y mi rabia hicieron que en el camino la destrozara.

—¿Cómo pudiste? —Dijo en un leve susurro, un susurro que soltó con dolor, con lágrimas en los ojos, esos ojos verdes que brillaban de tristeza y frustración.

—Me das asco —Lagrimas comenzaron a caer por sus mejillas. Entonces las ganas de llorar me invadieron, sintiéndome impotente y débil. No se como podré lograr que me perdone, ni siquiera se si lo hará.

Quiero decirle cuanto lo siento, que tan arrepentido y miserable me siento de hacerle daño, pero no me salen las palabras, siento la garganta seca, con un enorme nudo. Quiero abrazarla, acariciar su largo cabello rosa, besarla y escuchar su risa, pero me da miedo acercarme a ella y que me rechace. Así que me mantengo ahí parado, tenso, observándola con tristeza, teniendo mil palabras en mi mente que deseo decirle, pero simplemente digo lo que le he querido confesar desde que ella me lo hiciera hace semanas, no sabía si sentía lo mismo pero ahora lo se, ahora lo tengo más claro, ahora se lo que en verdad siento por ella, por esa chica tan radiante que llegó a mi vida inesperadamente.

—Te amo...

SIETE MESES ATRÁS...

AGNES

Despierto aturdida por el estruendoso ruido que provoca mi alarma, con los ojos pesados miro el reloj que no deja de sonar, esta reposa en mi mesa de noche. Es el sonido más escandaloso y horrible que he escuchado en una alarma. Estiro mi mano y la apago. Suspiro, aunque por culpa de mi alarma haya despertado de mal humor, este se desvanece enseguida que recuerdo porque lo puse en primer lugar, una pequeña sonrisa aparece en mis labios al recordar que hoy es mi primer día de trabajo. Suena absurdo que me emocione por eso, lo sé, pero lo genial de mi trabajo es que será en una pizzería, amo la pizza, a quien no, y trabajar en un lugar donde pueda conseguir pizza gratis me emociona.

¿Será gratis para los empleados verdad?. Espero que si.

Después de darme una ducha y vestirme salgo de mi habitación, bajo las escaleras y me dirijo directo a la cocina. Pensar en pizzas hizo que mis tripas no dejarán de sonar reclamando comida, podría comerme todo lo que esté en la nevera si hiciera falta. Abro la puerta de la nevera en busca de algo bueno para desayunar, tomo un bote de leche y todo lo necesario para prepararme un emparedado.

Cuando me estoy sirviendo un vaso de leche escucho unos tacones acercándose, enseguida se que es mi madre. Aparece frente a mi al otro lado de la barra, luciendo un vestido pegado al cuerpo, con unos tacones rojos y una bolsa en mano, su cara pintada con mucho maquillaje pero sin parecer muy exagerada y el cabello perfectamente peinado con unos rizos marcados. Mi madre siempre ha sido muy perfeccionista en cuanto arreglarse se trata, nunca se deja ver desaliñada y sin maquillaje, ni siquiera en su propia casa. Reposa su bolso en la barra y me mira.

—¿Eso piensas usar? —Me pregunta con una ceja levantada, desaprobando por completo mi atuendo. Siempre hacía tal gesto cuando no le gustaba como me vestía. Es algo molesto, mi madre es una persona que le gusta tener las cosas a su modo, pero nunca le digo nada al respecto, prefiero evitar problemas y peleas que se acabarían en una guerra mundial.

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