5. //violencia, abuso

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Bochorno, para ser su primera experiencia en una fiesta así... debía de mencionar que quedaba mucho por recorrer.
Después de ir al baño, y haber hecho lo humanamente posible para calmar esa sensación que había provocado la vergüenza y el calor del cuerpo de Jaime, regresó a la gran habitación ahora en penumbras.

La música ya no existía, las botellas esparcidas en la vieja madera del piso parecían un indicio de antiguas civilizaciones que ya no existían: estaba vacío. ¿Todo aquello habrá sido parte de su imaginación? Sabía que a veces su padre le llamaba degenerado, retrasado también, pero estaba seguro que al menos su percepción de la realidad no era tan distinta a la que la mayoría de las personas decían percibir. Un fuerte golpe en la puerta le hizo saltar en su lugar, su corazón parecía haber iniciado una maratón sin siquiera haberse inscrito antes en ella.

-Oigan, yapo. Venimos con los cabros a pasarla entrete -escuchó desde el otro lado de la puerta-. Trajimos copete, pa' prender la locura. ¿O no, cabros?

La voz parecía dura, al menos tres personas más respondieron a su pregunta. Los golpes continuaron, como si su propósito fuese reducir la roñosa casa a escombros. El tiempo parecía ir en cámara lenta mientras se acercaba a paso lento hacia la entrada, el pulso alojado en sus oídos impedían escuchar más que las risas al otro lado, los golpes y el sonido de botellas titilando al más mínimo roce entre ellas.

La paciencia parecía limitada.
-Weón, ya corten el leseo -el desconocido gritó-. Saben que a esta hora nos pueden pescar los milicos. Abran, hijos de puta.

Se paralizó. Ahora los golpes sonaban como los de aquel decidido a tumbar la puerta y entrar a la fuerza. No podía estar teniendo un ataque de pánico en este preciso momento; una sensación de extremo temor, de peligro, de riesgo vital, corría por su espalda como un viejo amigo, presionando sus puntos débiles, susurrante al oído de un pobre inepto que había aceptado salir después del toque de queda y ahora estaba dudando entre estar a salvo o en peligro (aunque, siendo honestos, esta última opción era por la cual sus sentidos se inclinaban).

No iba a resistir mucho, la puerta o su cordura perturbada por el pitido incesante en su cabeza. ¡Muévete, qué te pasa maricón! ¿Qué te estaría gritando tu papá? ¡Hazte hombre, culiao! Mueve la raj-

Pasos cercanos se precipitaron, la oscuridad inmensa de lo desconocido le tomó entre sus brazos tibios, obligándolo a entrar en una habitación, mientras que, a los segundos posteriores, la puerta principal se abría en un estruendo ensordecedor. Una mano y el leve pasar del aire entre unos dientes le hicierom guardar silencio; botas recorrían el lugar como si elefantes hubiesen llegado a Santiago. Pronto, los vidrios comenzaron a estallar, gruñidos y escupitajos llenaron el espacio que, hace menos de media hora, había estado repleto de aquella sensación que solo la adrenalina y el calor de la excitación podían llenar.

Estaba oculto, con esta persona que aún no podía reconocer. ¿Qué tan seguro estaba aquí que allá? Intentó identificarlo un poco, sabía que era hombre, olía a uno. La mezcla de sudor y perfume sabía horrible, sabía a miedo de no volver a aparecer.

-Estos rojos culiaos se fueron -la misma voz de comienzo habló, la garganta apretada mientras pateaba la radio-. Les dije, weón, entremos a la fuerza. Y no, los culiaos se querían creer de la CIA o una wea así, saco' weas.

Los demás no decían mucho más que garabatos y gárgaras de furia; querían atraparnos, querían...

-Manu, tranquilo. Esperemos a que se vayan -quien le escondió habló en su oído. Se concentró en su voz, mas el ruido del otro lado le perturbaba-. Los otros están bien, alcanzaron a esconderse, tranqui.

Sintió el roce de una barba en su mejilla, miró un poco hacia arriba y solo alcanzó a ver unos ojos escondidos detrás de unas gafas ópticas, era Edgar. Aquellos ojos pardos trataban de calmarlo, sin embargo, podía ver cómo temblaban con el mismo temor, latiendo por la misma escena que pasaban por sus ojos; rojo sobre rojo, piel contra madera, metal contra calor.

-Cabo, siento algo por este lado.

Las botas de combate se acercaron, la madera crujía bajo de ellas en un lamento que imporaba piedad, compasión. Poco era lo que en esas paredes se ocultaban, cuatro uniformados armados, oídos dignos de un animal entrenado; ellos eran el animal, sus gorras solo ocultaban sus orejas mutiladas, su cola oculta entre aquellas piernas que, en menos de unas cuantas horas, han de olvidar el infierno por el que se hacen paso para caen entre otras piernas indiferentes de su vida.

El crujido se intensificó, los gritos resonaron en una habitación vacía, en el torax de Manuel y Edgar. El agudo era agonizante, un cuerpo era arrastrado en contra de su voluntad: solo un sonido metálico logró callarla.

-Dónde están los otros weones.

Era irreal, el bullicio pasó a ser un silencio homicida, la respiración cortaba aquello que parecía pendido en un hilo. Los gritos oxidados se callaron en la boca de quien estaba viendo la punta de cuatro rifles de asalto.

-¿No vai a hablar, perra?

Suela contra huesos, un quejido de dolor fue todo lo que salió de aquella boca temblorosa. Un nuevo sonido metálico volvió a retumbar en sus oídos, sonaba pequeño, el cuerpo hizo fricción contra el pantalón.

-No, por favor... no. -sollozó, una de las chicas que les acompañaban. Un nudo en la garganta hizo sonar sus cuerdas vocales como si apenas estuviesen sujetas. Intentó arrastrarse, mas parecía ser imposible.

-¿Ah, ahora hablas? Ya pensábamos que eras muda.

-Por favor, no.

-No nos dejas opción.

(*)

Hubo un forcejeo, el sonido de las telas parecía quemar, quejidos y golpes parecían llenar el lugar nuevamente. Quería salir de su escondite, no podían permitir que a menos de unos metros estuvieran... ¡No podían ser tan cobardes!

Decidido a revelarse, en cuanto realizó los intentos de levantarse, movimientos rápidos se escucharon. Los hombres se aceleraron, y en menos de lo que esperaron, la pólvora hizo contacto, expulsando el medicamento letal. El cuerpo cayó descuidado, como si de una cubrecama vieja se tratase.

(*)

-¿Era necesario dispararle? -dijo uno de los subordinados. El silencio parecía insoportable, el saber que al otro lado de la pared se encontraba una escena; un cuerpo inerte lleno de oportunidades está oculto bajo la penumbra de una noche oscura. ¿Es que imaginó el ruido? El semblante de Edgar le indicaba lo contrario, sus ojos desorbitados no hallaban un lugar en el que detenerse. ¿Qué es esto?

-Cambio de planes, déjenla acá. Dejemos que los pacos hagan alguna wea en la mañana, que se inventen algo -carraspeo mientras acomodaba el cinturón en su lugar-. ¿Te dai cuenta, Sánchez? Cagaste todo. Aprende a usar esa cuestión mejor será; le dije al suboficial que los cabritos nuevos no iban a dar más que problemas. Ya, vamos.

Notas:
Holis a todos;; No diré lo que siempre digo porque no lo cumplo y soy la peor. Quienes aún siguen leyendo o pensando en este fic, se merecen el cielo, literal. Si bien ya no soy del fandom, quiero terminar esta historia (por lo que los psjs serán medios OC). Espero este cap les haya causado un poco de angustia, así como a mi me la causó al escribirlo, sjsjajjs, nos vemos -ojalá antes del 2023-. ¡Bai!

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⏰ Última actualización: Jun 29, 2021 ⏰

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