El Eco De Las Flores De Cerezo

La Tormenta

Navegando en las aguas, chapoteando de ahí para acá, se encontraba el barco del señor Jeon, con dentro un pescador luchando por conseguir la mayor cantidad de mercancía posible.
El estrés se le podía ver justo en medio de la frente, ahí donde se formaba aquel ceño fruncido que se había formado hacía ya media hora.
La quijada le dolía, todo ese tiempo había mantenido los dientes casi rechinando el uno con el otro por la fuerza que ejercía.
El pantalón le ligaba las piernas con riesgo de dificultar su circulación de la sangre; la ahora lluvia no permitía que el agarre de sus manos en los objetos fuera firme, y sus zapatos hacían un extraño y desesperante sonido al caminar, ya que el agua se había metido dentro de la suela y el agua literalmente crujía a cada pisada.
Sería porque ese no era precisamente un buen momento, sería porque esos días no habían sido los mejores, sería melón o sería sandía, pero Namjoon se sentía harto.

Que si la red se le enredaba, que si el barco se balanceaba, que si la lluvia lo hacía tropezar o el zapato se le rompía.
Ganas no le faltaban para soltar todo y echarse un buen clavado y no saber ya nada de nadie.

De alguna manera logró sacar la red llena de algunos mariscos.
Con un rallo de esperanza, Namjoon logró agacharse para vaciar la red.

A todos nos ha pasado, ¿no?
Hincarnos por un tiempo prolongado, y que se nos duerman los pies.
O bueno, talvez podamos perder el equilibrio y podríamos caer hacia atrás.
Pero claro, algunos tenemos más suerte que otros.

Suena tonto.
Es decir, después de todo el tiempo que estuvo cuidando de no caerse gracias a la marea, ¿en serio tuvo que pasar de esa manera?

Un seco y frío golpe en la nuca fue todo lo que se escuchó.
Seguido de un primer rayo, y las gotas de agua cada vez más grandes y pesadas.
El sonido del mar golpeando en el barco, alcanzando la red y llevándose los moluscos de poco a poco.

Pero Namjoon no alcanzó a escuchar todo aquello.