Internado McKellen [Zodiacal]

Capítulo VII

VIRGO

—Quiero que le den una bienvenida a nuestro estudiante de intercambio... —Entonces  deje de escuchar "No... No, el de verdad no va a hacerlo..." Todas las miradas estaban sobre mi,deseo asesinar al profesor de literatura. Hubo un murmullo en general, que hicieron que mis mejillas  se encendieran. Deseaba que la tierra se abriera y me tragase, me haría un enorme favor, odiaba toda la atención que había sobre mí.

Luego de aquello, el profesor pidió su atención nuevamente y empezó a leer todo el itinerario de este año. Aburrido recorro el salón con la mirada,la mayoría me miraba de reojo.La definición de disimular no existía en sus vocabulario al parecer.

—Todos te están observando—Comenta Leía,mi nueva compañera de banco en lo que seria todo el año escolar , la observó con aburrimiento.

—Que sorpresa,no lo había notado—Le contesto con cierta frialdad.Siento como me tocan el hombro.

—¡Bienvenido! —Dijo una chica castaña alzando su mano hacia mí- Yo soy Lydia,no pude presentarme en la fiesta como se debía.

Miro su mano extendida hacia mí, y luego de un momento ,la tomo rápidamente.

—Soy vincent,un gusto.—Le sonrió con incomodidad,iba a contestarme,pero un chico de cabello platinado la llama,lo reconozco de la fiesta. Me sonríe levemente,para luego girarse a hablar con el platinado.

—No me agrada Lydia,no te recomiendo hacerte amigo de ella.

Leía parecía una chica lista, meticulosa y muy, muy observadora. Se fijaba en todos los detalles, sobre todo, cuando estudiaba a las personas. A eso se había dedicado mientras Leo hablaba con el chico rubio.

—¿Los conoces?— interrogue en susurro,acercándome a ella. Miro hacía un costado al sentirme observado. Le sonrió a la platinada, ella aparta la mirada sonrojada.

—Por supuesto,es la mejor amiga de mi ex novio.—contesta restándole importancia.

En aquel momento me dedico a observar a Lydia, la chica llevaba un vestido blanco que le sentaba muy bien y era francamente bonito. Seguro que no le ha costado nada. Su pelo era castaño oscuro, liso hasta los hombros, pero seguía hasta la mitad de su espalda trazando suaves bucles.

—Parece buena chica .—Observo encogiéndome de hombros.

—¿Has estado alguna vez en Tokio?—Esquiva el tema de nuestra conversación principal.

—En mi familia el dinero digamos que no sobra como para irnos a la otra punta del mundo — le contestó con cierta frialdad —. El único sitio al que he ido es a un pueblecito de la montaña cuando era pequeño y me iba allí de campamento. ¿Por qué lo preguntas? 

—Sí terminas el curso te invito dos semanas a mi casa de Tokio.

—¿Cómo que si termino?—pregunto con una nota de miedo en mi voz.