U N O

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-Usualmente la gente linda piensa en tener vidas lindas, amistades lindas, familias lindas, relaciones lindas, y todo a cuando se le pueda atribuir lindo.

Malditos estándares y desgraciados porcentajes, son todos unos mentirosos.

¿Qué debería explicar?

¡Por un demonio! ¡No quiero una vagina en mi pene, ni un pene en el culo!

¿Fui muy explícito?

No importa realmente. Pero a la gente tampoco le importa mi condición.

No les importa el asco que recorre en mis venas ante tan despreciable y nauseabundo acto.

Hay quienes se atreven a llamarlo una muestra de amor.

¿Desde cuando el amor es embestirse como animales? Ridículos.

No creo haber mostrado aún todo mi disgusto con respecto al tema y sé, por sus incrédulas miradas que no lo comprenden.

¿Qué comprenderían ustedes? Si por las noches solo piensa en ello y se envuelven entre las sábanas, deseosos por su fogosa imaginación.

¡Malditos cerdos!

Yo...-.

-McCartney, solo le pregunté que era copular-.

Paul enmudeció furioso mirando hacia el frente donde se encontraba su maestra.

-Puede sentarte McCartney-.

No pasó mucho para que las carcajadas de los presentes tuvieran una entrada triunfal.

Que cruel mi dios, que cruel.

El cuerpo del muchacho temblaba producto de su ansiedad, sus manos sudaban gotas gordas como las que caían por su sien.

Como detestaba las clases de biología a veces. Él sentía que algunos temas no deberían estar ahí, pues más de una vez terminó vomitando durante las clases en resultado de su pánico.

Las imágenes que se proyectaban frente a él hacían su vista nublarse en tormenta. Sus dientes se incrustaban en sus labios buscando dejar que su piel sintiera un frío de muerte.

Solo eran dos caballos, solo dos animales. Pero no para Paul, aquello era fétido para sus ojos.

-¿Se encuentra bien joven McCartney?-

El muchacho ignoró la pregunta clavando sus uñas en sus brazos. Sus dientes, quienes no habían parado de ejercer presión, tras unos segundos logró hacer que el líquido rojizo le corriera hasta la barbilla.

-¡Santo cielo!-

Todos empezaron a susurrar cuando la presencia del joven se dirigía hacia la enfermería aún con sus piernas temblando.

No podía creer lo insensible que fue esa mujer al colocar tal cosa frente a él.

"Esa maldita ramera"

Gritaba exasperado para sus adentro ahogándose en su nuevo ataque de pánico.

Erotofobia [Mclennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora