Mi cabeza va a explotar.
Veinte minutos viendo la misma cabellera rubia. Veinte minutos observando en silencio como teclea en el computador que tiene frente a ella. Veinte minutos intentando rastrear un aparato sin éxito alguno.
La incertidumbre me invade y me desespera. Siento que si no dejo de mirar el computador frente a mi, solo voy a despertar la desesperación que duerme en mi pecho.
Mis nervios necesitan tranquilidad y es algo que, ciertamente, no he tenido hace algún tiempo y que ha incrementado poco a poco en mi cuerpo. Siento mis huesos entumecidos y un nudo en la boca del estómago incontrolable.
La chica frente a mí se especializa en localizar aparatos tecnológicos ó al menos, eso dice la identificación que cuelga de su camisa, la cual particularmente no posee mayor cosa que eso, sin ningún tipo de información personal. Ella confiscó mi celular en el momento en el que puse un pie dentro su oficina, para extraer de él algunos datos y aunque parezca mentira, no es de mis principales preocupaciones en este momento.
Desde que crucé la puerta mi respiración se hizo dificultosa, mis gestos no han sido más que un ceño inexpresivo y sonrisas falsas y volubles, mi ansiedad a incrementado al pasar de los minutos y la atención que he recibido no a hecho más que ponerme nerviosa.
Todo este tiempo aquí, toda esta desesperación que se adueña de cada una de mis células y la irritabilidad de las personas, para al final quedar en donde iniciamos. Nada.
Ninguna ubicación, ninguna clave, ninguna pista o indicio de que estamos avanzando. Es como si el destino estuviera usando todas sus cartas en nuestra contra. Es como si algo nos impidiera avanzar y estuviera jugando con nosotros.
Un timbrado resuena en mi audición y me alerta, al igual que a la chica a mi lado. La familiaridad de éste me hace reconocerlo a medida que el sonido se vuelve repetitivo y me hace saber que se trata de mi celular, el cual descansa en el escritorio de madera frente a mí.
La rubia alza la vista de su computador hacia la pantalla iluminada del teléfono. Al verlo su rostro cambia, sus facciones se tensan y lo mira como si de algo sumamente interesante se tratara.
"¿Que pasa?"
Esperé que dijera algo, que explicará su sorpresa o que me dijera qué demonios sucedía. Pero silencio fué lo único que recibí por su parte y solo hace que mi irritación e incertidumbre aumenten considerablemente.
—¿Que ocurre?.—Digo con la curiosidad pinchando en mi estómago.
Ella barre mi expresión, pero no dice nada. Toma el celular, girando su silla para encararme y lo extiende en mi dirección. Su rostro está levemente iluminado con la tenue iluminación del computador a su lado. Sin embargo, el nerviosismo que desprende es cada vez más perceptible...
Lo tomo con una determinación que hasta a mí me impresiona y desbloqueo la pantalla con rapidez para comprobar lo que tanto le sorprendía a la chica frente a mí. Cuando la pantalla se encendió nuevamente no podía -quería- creer lo que estaban viendo mis ojos. Mis huesos se congelaron, mis ojos se abrieron hasta su límite con frenesí y por un momento mis pulmones me impidieron respirar...
—Un mensaje...—Levanté la mirada del aparato al escuchar como una emoción se filtra en su voz— Es él.—Aseguró, haciendo énfasis en sus palabras.
La sangre amenaza con dejar mi cuerpo en ese instante y algo en mi estómago se descontrola violentamente, provocando que mi mandíbula se tense dolorosamente en respuesta.
Fije mi vista nuevamente en el celular que sostengo entre los dedos y dudo en abrir el famoso mensaje. No quiero saber qué dice, pero necesito hacerlo. No quiero saber nada de ese hombre, pero sé que es imposible ignorarlo...
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El Rescate
ActionTodos tenemos límites. Barreras internas a las cuales nadie debería llegar. Las cuales nadie debería romper. Cuando cruzan tu límite liberan tus peores facetas, unas que nadie quiere controlar y que nadie es capaz de hacerlo. Un Miller hizo todo aqu...