ˢⁱᵉᵗᵉ

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Sus respiraciones eran agitadas, sus caricias provocativas, sus miradas deseosas.

Su piel ardía bajo el tacto que le proporcionaba el moreno, no supo cuando fue que pasaron de estar en la zona del bar a encontrarse sobre el sillón que había en medio del gran salón.

Diego dejó un camino de besos húmedos desde su barbilla hasta su cuello, dejando allí una marca, evidencia de que ahora le pertenecía a él y no a quien le había provocado aquel chupón antes.

Klaus sintió su cuerpo estremecerce, sus articulaciones temblaban ante el placer que le causaba tales besos. De su boca se escapaban leves gemidos roncos, que pedían más de lo que Diego estaba haciendo, y que hacía que el susodicho quisiera hacerle más de lo que estaba haciendo.

—Dile al imbécil que dejó eso allí que eres mío— Ordenó sobre sus labios— Que me perteneces.

Y no hacía falta que se lo dijese, por que desde mucho antes de siquiera saber de sus sentimientos, él ya le pertenecía, no sólo su cuerpo, sino todo su ser.

En su corazón estaba tatuado el nombre del moreno, como marca que jamás se borraría, que siempre estaría ahí recordándole que su único dueño siempre sería él y nadie más que él.

Las caricias prohibidas seguían, y un estallido de placer embriagaba su cuerpos por completo. Pero su mente siempre estuvo perdido en una incógnita que se había acabado de formar en su cabeza.

Si, él le pertenecía a Diego... pero, ¿Diego le pertenecía a él?

•••

Sus ojos miraban un punto fijo, perdiéndose en la profunda y vacía nada.

Se encontraba allí, viendo la madera arder en la chimenea, empapandose del calor que le brindaba. Pero su mente se encontraba a años luz de distancia, buscando el significado de la vida, pensando en cual era el propósito de vivir... su propósito para seguir viviendo.

Y no encontró nada.

¿Entonces por qué seguía intentándolo?

No había nada que lo detuviese y se volara los cesos allí mismo, dejando un gran charco de sangre sobre el tapete favorito de su padre. Nada que le diera las ganas de seguir luchando...  aferrandose a aquel plano.

Sintió que alguien se posicionaba a su costado, cubriendo su desnudez con un gran abrigo que identificó como el que usualmente usaba el moreno.

—¿Qué haces aquí solo?— Inquirió un Diego ya vestido.

Klaus no le miró, no tenía ánimos de hacerlo.

—Tú ya te vas ¿Con qué fin me hubiese quedado allí arriba?— Le cuestionó devuelta.

Diego negó cansado de aquella actitud que había tomado Klaus luego de su tercer round en la habitación que ocupaba de pequeño. Diego sabía que su sexo era una maravilla, entonces ¿Qué le había disgustado?

—Eres tan bipolar...— Comentó el moreno levantándose dispuesto a partir de una vez por todas de aquel lugar y seguir con su patrullaje nocturno, pese a que ya fuera de madrugada.

Klaus soltó una carcajada carente de gracia.

Diego se giró viendo fulminante al rizado.

—¿Qué es lo que te causa tanta gracia?— Le cuestionó con un atisbo de enojo surcando por sus facciones varoniles.

Klaus negó sonriendo mientras las llamas se reflejaban en su clara mirada, empañada por el brillo de lágrimas que buscaban abandonar su lugar y sacar a relucir su lado más patético y sensible.

Pero no se quebraría ante la presencia del moreno... ante nadie lo haría.

—Me causa gracia que digas que yo soy el bipolar cuando tu fuiste el que me veniste a buscar semanas después de decirme que me largara de tu vida.

Diego se devolvió en sus pasos, tomó a Klaus del brazo y lo alzó bruscamente.

Se miraron fijamente. Diego permanecía con su entrecejo fruncido mientras Klaus simplemente luchaba por no romperse en cientos de piezas frente a él.

Y sin previo aviso, Diego lo besó, sucumbiendo ante el encanto de la mirada aguamarina de Klaus y sus suaves labios.

Se separó ahora mostrando un semblante más arrepentido.

—Hago y digo muchas cosas, Klaus— Comentó con la tristeza reflejada en su oscura mirada— Cosas que en realidad no siento... por eso, si te enamoras de mí tendrás que atenerte a eso y a muchos más problemas que acarreo con mi sola presencia.

Y es que problemas tenían todos, y comprendía que Diego tuviera millones de ellos. Sus vidas, en aquella mansión, había sido de todo menos una buena. Ello había dejado problemas a largo plazo, mayormente psicológicos, que ahora parecían imanes de tragedias... por eso, si debía sufrir, no le importaría ser junto a él... junto al amor de su vida.

Klaus respondió depositando un casto beso y sonriendo de manera tranquilizadora.

Diego se la devolvió y tras despedirse partió de allí directo a las calles de aquella gran ciudad.

Y así fue como su turbulenta historia de amor se dio por comenzada.

Daddy Issues 《Kliego》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora