Primera pauta

156 28 13
                                    

[Equos 12 del 842, era Graica. Aldar, Cohorte Luminosa; Palacio Fulgente, Tesorería.]

Dyfan dejó otro pliego de documentos en la pila de terminados y tomó el siguiente legajo para desentrañar lo necesario y registrar los datos pertinentes. Enfocó en ellos toda su mente y capacidad, estaba decidido a no dejar pasar ni una sola cifra errónea o declaración endeble. Si se centraba en ello, entonces no tendría tiempo u oportunidad para preocuparse de qué sería de él una vez que la respuesta de los unseelies llegara.

No podría centrarse en las horribles torturas que probablemente le esperarían, o en cuántas probabilidades tendría de morir a manos de su propia gente. Incluso si sus trazos se estaban volviendo más agresivos, se negaba a prestar atención al hecho de que, al parecer, todos los esfuerzos que había hecho por tanto tiempo para evitar que Alvant cayera, ante los ojos de su hermano no eran más que razones para convertirlo en un peón fácilmente desechable.

Las campanas de la puerta impidieron que siguiera apuñalando con la estilográfica al documento ahora completamente ilegible y roto. Rápidamente lo ocultó en el escritorio e hizo lo posible por lucir propio y sereno antes de autorizar la entrada de quien quiera que estuviera del otro lado. Una sensación de malestar se arremolinó en su estómago cuando vio al agitado sirviente parado en la puerta.

— Hâile, el rey solicita verle en su oficina a la brevedad posible.

¿Qué posibilidades tenía de salirse con la suya si decía que estaba ocupado?

— Iré enseguida. — Si no iba, entonces recibiría una visita y una reprimenda.

Dyfan suspiró mientras arreglaba los documentos cuidadosamente apilados en su escritorio y los guardaba en sus numerosos cajones tratando de hacer parecer que todos y cada uno de ellos eran importantísimos. En realidad no importaría si los dejaba tal cual, tenía una muy buena puerta, después de todo. Pero haría cualquier cosa para evitar, aunque sea un segundo, el momento en el que se reuniría con Gallard.

Cuando todos los documentos estuvieron guardados y ya no pudo encontrar ninguna otra excusa válida para retrasarse, respiró profundamente y cerró los ojos tratando de recordarse que era un príncipe y debía todo su ser a su nación. Era un príncipe, siempre y cuando no perjudicara al país, debía obedecer a su rey sin importar qué dijera o hiciera, o cuanto lo exasperara.... Era un príncipe Seelie, tenía que aceptar las adversidades con calma y serenidad.

Abrió los ojos, comprobó que su ropa estuviera arreglada y que su apariencia no estuviera desordenada, tomó un último aliento y entonces, finalmente, abrió la puerta y recorrió el lamentablemente corto trecho que lo separaba de la oficina de su hermano. La abundancia de testigos no le permitió dudar cuando presionó la gema azul que decoraba la frente del pájaro solar, tampoco le permitió dudar cuando la puerta se abrió ante él y una gruñona voz lo invitó a pasar.

— Te tomaste tu tiempo. — Se quejó Gallard olvidándose de los modales.

— Me disculpo profundamente, Alvaín. No tengo derecho a justificarme. — Dyfan se inclinó por la cintura dándole a su hermano el debido respeto y, de paso, ocultando con su pelo la rabia que podría estarse mostrando.

Gallard bufó y Dyfan no pudo adivinar si el sonido era de diversión, exasperación o molestia.

— Enderézate. — El rey esperó hasta que Dyfan obedeció antes de continuar. — Recibimos la respuesta sombría hoy.

Aunque su rostro era completamente neutro, por su tono de voz Dyfan entendió que iba a tratar de jugar y extender el "misterio" alrededor de la respuesta hasta el último segundo posible. Miraba a Dyfan como esperando alguna clase de reacción o respuesta de él, pero éste obstinadamente permaneció sin mostrar emociones en su rostro y sin decir una palabra. No había recibido ningún permiso expreso para hablar de parte del rey y la etiqueta siempre era importante cuando no estaba de humor para tolerar las niñerías de Gallard.

TratadoWhere stories live. Discover now