[Elembivios 6 del 842, era Graica.
Aldaerothel, Torre Boreal; Madrugada.]Durante todo el camino el comportamiento de Thorin había pasado por todos los matices que su histriónica personalidad podía ofrecer; desde dramáticos llantos y airados berrinches hasta honesta sed de sangre apenas contenida y meticulosos planes de regicidio. Sesiones de llanto aferrada a su primo, de despechada borrachera, monólogos de cómo sus sueños se habían perdido e incluso discursos de resignación presentados con una sonriente y cuidadosamente maquillada máscara de doncella trágica y llamativos vestuarios de telas vaporosas elegidos para la ocasión.
Réamann había estado presenciando cada una de sus puestas en escena, haciendo y diciendo lo necesario para alentarlas o tranquilizarlas según la situación. Sabía que la situación sin duda estaba afectando a Thorin, pero ella seguía tratando de restarle importancia al convertirse a sí misma en una trágica heroína que estaba presentando una obra para los ojos de los demás, simplemente era cuestión de tiempo antes de que todo lo que estaba ocultando explotara. Y, cuando vio el ruinoso y sucio portal que era su destino, supo que ese momento podría estar por llegar.
Ni siquiera necesitaba confirmación visual para saber cuál sería la reacción de Thorin, pero aun así vio atentamente cómo la máscara tranquila de Thorin se craqueaba y su pétrea sonrisa se volvió estática para tratar de contener el asco, la ira y la repulsión que sus ojos no estaban disimulando a medida que asimilaba el paisaje que se extendía ante ella y en el que se supone que debería de ser obligada a vivir por los siguientes cincuenta años.
Una inspiración de aire desde el carruaje le hizo saber que Thorin no era la única molesta con la situación. Casi mecánicamente se volvió a ver el rostro de su padre que juzgaba aún desde el carruaje, él estaba mostrando abiertamente la indignación que sentía por el hecho de que, aunque no esperaban que el edificio estuviera en óptimas condiciones, ni siquiera se hubieran tomado la molestia de adecentarlo un poco para la llegada de dos comitivas reales.
— Podría ser peor. — Réamann trató de intervenir mientras ofrecía una mano ayudar a su padre a bajar.
— Por supuesto. — Acordó Ahodhan tomando la mano de su hijo. — Podrían haber puesto un lubbaerok en la puerta para recibirnos.
— Eso habría sido demasiado clemente, Zazing. — Bufó Thorin mientras su tío se paraba a su lado organizando su llamativo cabello púrpura brillante. — Ser asesinada por una bestia ácida casi suena mejor que poner un pie ahí.
— ¿Entonces prefieres dormir aquí y arruinar tu magnífico vestido? — Preguntó Réamann medio en broma.
— Prefiero regresar a casa y olvidarme de esto. — Thorin apretó el collar en su cuello. — Pero no podemos porque las lámparas ambulantes están ansiosas por ser masacradas.
— Me temo que es muy tarde para retractarnos. — Murmuró Ahodhan como esperando que alguien le dijera que no lo era.
Ambos lanzaron una última mirada anhelante al carruaje antes de volver a enfrentar el ruinoso portal y soltar al unísono un suspiro tan profundo y dolido que parecía que todos los pecados del mundo hubieran descendido sobre sus hombros de una vez. Réamann casi podía escucharlos gritar "no quiero estar aquí". Thorin y Ahodhan intercambiaron una mirada sufrida y luego recompusieron su postura a regañadientes.
— Esperemos que el interior sea mejor. — Murmuró Ahodhan reajustando su túnica.
— Mis esperanzas han muerto. — Gruñó Thorin adoptando nuevamente su expresión de heroína trágica mientras se aferraba al brazo de Réamann como si necesitara ayuda para caminar.
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Tratado
FantasyPara evitar la guerra entre las Cohortes élficas Dyfan, un príncipe de Cohorte luminosa, recibe la orden de cumplir con un matrimonio arreglado con un príncipe de Cohorte oscura. Se suponía que su tarea era simplemente pacificar las tierras entre lo...