Capitulo 3

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— Margarita, cuanto tiempo — dije educadamente al acercarme a ella. Tomé su mano y deposite un beso en ella como saludo. Me dedicó una mirada de desaprobación y quitó la mano, es obvio que sigue enojada o más bien decepcionada.

— Felipe, ¿Dónde está mi nieta?— dijo sin más. 

— En nuestra casa, ¿Dónde debería estar? — pregunto. Sabía cual sería su respuesta pero de igual forma quería verle el rostro cuando lo dijera.

— Recibiéndome a mi claro, ¿Qué pregunta es esa? ¿O es qué aún no lo sabe? — la miro por unos pocos segundos y agacho la cabeza.

— Ya debería saberlo — dice con arrogancia.

— Y lo sabrá, pero por mi y por su madre, no por usted, puede ser su abuela, pero yo soy su padre y para ella usted es una total desconocida — digo firme.

— Claramente, soy una total desconocida si le negaron su identidad, me negaron a mi y al resto de la familia, debería haberlos acusado con la corona, pero no lo hice y sabes bien porque no. Espero que por lo menos haya sido educada como corresponde y cuando me reciba se incline y haga una reverencia...— la interrumpí

— Si, fue educada correctamente, como una chica normal, no como una princesa. Justamente nos escapamos para que pudiera vivir una vida normal no siguiendo las ordenes reales, la saludará educadamente, pero no espere una reverencia, ni un beso en la mano, nada de formalidades — dije abriéndole la puerta del auto — No abuses, tiempo al tiempo.

— Tuvieron mucho tiempo, es hora de la verdad.— sube totalmente al auto y le cierro la puerta.

— Yo conduzco — me dice uno de los acompañantes,asiento y me siento del lado del acompañante.

El viaje a casa se tornó incomodo y silencioso, Margarita se quedaría en el cuarto de invitados pero sus hombres de confianza y guardaespaldas en la casa de al lado.

— Bianca — dije al entrar — Baja a saludar—  no oí ruido así que subí a su habitación — ¿Bianca, no me escuchas..— me asombro al encontrar la pieza de mi hija sola, fruncí el ceño y antes de bajar la llamé al teléfono, pero no me atendió.

— ¿Y mi nieta? — dice Margarita a penas me ve bajar las escaleras sin Emilia.

Camino hacia el comedor y veo una nota sobre la mesa, a penas la veo me doy cuenta de que la letra es de ella.

"Pa, salí a retirar unos libros y a buscar ropa que me deje en lo de Sophia, vuelvo para comer"


— No quiero volver a repetirlo, y dejar hablando sola a una reina es de mala educación — vuelve a hablar mi irritante suegra.

— Salió, en un rato vuel..— me interrumpe de forma grotesca.

— ¡¿Cómo que salió?! Tiene que estar presente para recibir a su abuela, a su reina, no puede dejarme esperando, Debe volver, Dile que vuelva — Suspira pesadamente y se arregla los guantes.

— No — respondo tranquilo, alza la mirada y me mira atónita — Usted será reina en Navarra, pero aquí en San Francisco es solo su abuela, no tiene porque exigirme nada, No le diré nada, ella volverá a la hora que dijo que lo haría. Mientras tanto vaya acostumbrandose, si la trata de esa forma a Bianca lo único que obtendrá es odio y malestar de su parte — me mira con mala cara.— Esta avisada, ahora, mientras la esperamos usted puede ir a acomodarse a la habitación de invitados mientra yo prepararé el almuerzo.

No dice nada y solo sube las escaleras,— tercera puerta a la derecha —digo orientándola.

En la espera de Emilia me puse a cocinar pollo al horno que hacia mucho que no hacía y que se que a mi hija le gusta, y lo acompañaría con una ensalada de verduras frescas las cuales debía ir a comprar. Se me olvida que tengo en la planta alta a una señora quejosa y exigente.

— ¿Margarita? — grito para que me escuche.

— ¿Qué sucede? — pregunta ella asomándose por la escalera.

— Iré a comprar algunas cosas para la comida, ¿Quiere venir? — pregunto amablemente. Ladea la cabeza y frunce el ceño.

— No gracias, agradezco tu invitación pero prefiero quedarme — dice sonriendo. asiento con la cabeza y salgo.

Solo espero que Bianca llegue cuando este yo, no quiero imaginarme lo que podría llegar a ser esto si están solas, con la intensidad que maneja Margarita y la poca paciencia de Bianca, me explotarán la casa.

Narra Bianca

— Sé que quieres convencerme a toda costa, pero no iré Sophia, ya basta — dije cansada. Había llegado hace treinta minutos a su casa a recoger la ropa y la mitad del tiempo me acosó para que dijera que si. 

— ¿Qué quieres que haga para convencerte? — dice agarrándose de la cara, me rió por eso.

— ¿Por qué es tan importante que yo vaya? No puedo y ya, no molestes — digo rendida.

— No tendría que decírtelo yo, pero visto y considerando que no cambiaras de opinión...Tomas te pedirá de ser novios — Suelta un suspiro pesado y me mira mientras sonríe, parpadea y sonríe mas grande.

— ¿Qué acabas de decir? — la miro expectante. Me sonríe maliciosa. y se para, la tomo del brazo y la hago sentar — ¿Qué dijiste? Vuelvelo a repetir que creo que no lo entendí bien. 

— Me escuchaste perfectamente preciosa, se suponía que seria sorpresa pero tu no cambiabas de opinión y sabes que yo los quiero ver juntos desde tercer año, así que, tu lo manejas — suelta así como si nada.

— ¿Cómo quieres que maneje algo así? Me acabas de tirar una bomba — digo parándome, camino de un lugar a otro enrollando mi cabello nerviosa.

— Detente, me pones nerviosa cuando te pones así, ¿Por qué no le planteas esto a tu padre? sé que puede ser incomodo pero tal vez lo entiende y te deja ir...— dice. Me lo pienso y asiento.

Tiene razón, tal vez si le planteo que puede ser una noche especial por el hecho de que el chico que me gusta quiere que sea su novia, aunque sea incomodo tal vez me deje.

— Bueno, me iré, quiero decirselo cuando esté tranquilo y no que se moleste por la demora o algo parecido. — Tomo el bolso de la ropa, me lo cuelgo al hombro y bajo las escaleras con Sophia detrás — Te aviso luego, adiós.— La saludo y me dirijo al auto, dejo el bolso en la parte trasera y me siento en el asiento del conductor.

En poco minutos llego a casa, el auto de papá no estaba por lo que supongo que fue a buscar a la "Tía", saco las cosas del auto, le pongo la alarma a este y saco las llaves de casa. 


Entro y dejo las cosas en el sillón, cuando cierro la puerta una voz femenina me sorprende a mis espaldas que hace me asuste y pegue el grito de mi vida.

— ¿¡Quién eres tú!? — digo mirándola. 

Princesa PérdidaWhere stories live. Discover now