El martes a la diez de la mañana, Lexa estaba tumbada en la cama de la habitación del hotel, apoyada en un codo y con The Skaikru abierto al lado. Estaba comiéndose una tostada y tenía una bandeja con los restos del desayuno a los pies de la cama. Su grupo había actuado el domingo y el lunes por la noche, con lo que había concluido la etapa de Melbourne en su gira, y se estaban tomando un descanso de un par de días para hacer un poco de turismo antes de partir el jueves hacia Sydney.
Gustus Dowos, su agente, caminaba de un lado a otro de la habitación.
—Es un comienzo genial —dijo-. Sencillamente Esa es la revista de tirada nacional que marca el paso de todas las demás publicaciones: todo el mundo se toma en serio lo que tenga que decir sobre cualquier espectáculo importante. —Llevaba un traje liviano, de color oscuro y bien confeccionado, y una camisa carmesí con el cuello abierto. Mientras caminaba, mantenía una mano en el bolsillo y, con frecuencia, se pasaba la otra por el pelo negro y perfectamente aliso con gomina—. Esta crítica tan buena nos allana el camino para el resto de la gira, y hemos tenido la suerte de que el número de este mes haya coincidido con los primeros conciertos. —Le lanzó una mirada—. ¡Gracias a eso, el disco se venderá por aquí como pan caliente, Lexa! Lo digo en serio.
Lexa terminó la tostada y se desperezó lánguidamente.
—Sí. Es fantástico pero cálmate, Gus, que me estas mareando de tanto ir de un lado para otro.
Su agente resopló, exasperado, y Lexa rió entre dientes. Siempre estaba inquieto como un siluro colgando de una caña, y ella siempre le decía: «Cálmate Gus ».
—Bien, no olvides que esta tarde a las cuatro y media tienes una entrevista con Clarke Griffin. Es la que escribió esa crítica tan elogiosa, y tengo entendido que es un peso pesado: una de las redactoras estrella de la revista. Se dice que una reseña suya puede suponer el éxito o la ruina para un espectáculo, así que más te vale ser rematadamente encantadora con ella.
Lexa sonrió y le hizo ojitos.
—Oh, no te preocupes por eso, Gus. Seré muy amable con ella.
Gustus volvió a suspirar y se pasó la mano por el pelo, en un gesto nervioso. Lexa se echó a reír. Le gustaba burlarse de él, porque nunca sabía cuando estaba bromeando. Gustus sacudió la cabeza con desconcierto y se marchó.
A las cuatro y media en punto, Clarke llamó a la puerta de la habitación del hotel. Cuando Lexa abrió, pareció levemente impresionada, como si se sorprendiera de verla. Clarke sonrió.
—Me esperabas, ¿verdad?. Soy Clarke Griffin.
Entonces Lexa le dedico una amplísima sonrisa.
—Por supuesto que te esperaba. Adelante. Es un placer conocerte, Clarke.
Se estrecharon las manos y, mientras la periodista se sentaba en el sofá, sacaba la libreta y dejaba la grabadora sobre la mesita, Lexa llenó un vaso de agua y se sirvió un bourbon con hielo. Lexa se había puesto unos jeans negros y una camiseta blanca de tirantes. No llevaba nada de maquillaje, salvo un poco de rímel para oscurecerse las pestañas, y estaba aún más atractiva que en el escenario. Tenía esa tez radiante que poseen las castañas, y que adquiere con mucha facilidad un bronceado color miel. Clarke observó que, mientras llevaba bebidas, se movía con suavidad y pausadamente, con leve balanceo de caderas, algo que contrastaba mucho la agilidad y la energía que había mostrado sobre el escenario.
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SOLO DIEZ DÍAS - CLEXA -
FanfictionClarke Griffin, periodista australiana muy reconocida en su país, está escribiendo un artículo sobre Lexa Woods, una cantante de rock norteamericana que confiesa públicamente su lesbianismo. Cuando Clarke ve a Lexa en concierto por primera vez comie...