Capítulo 4

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Clarke recogió la cocina y se preparó para irse a la cama. Lexa le caía muy bien, aunque había un plano de interés distinto al de otras mujeres que le caían bien. La miraba de una forma sutil, que le resultaba halagadora, e incluso había cierto deje sexual en sus reacciones, pero era algo afectuoso y reconfortante, que no se parecía en a nada a las miradas y reacciones de los hombres, las cuales la hacían sentir incómoda. Era toda una mujer, todas las cualidades que a Clarke le gustaban de las mujeres. Por lo general eran más cálidas, reflexivas, sensibles y, según su experiencia, hasta más divertidas que los hombres. Pensó que resultaba interesante que siempre hubiera preferido la compañía de mujeres.


Aunque acababa de conocerla, se había sentido muy cómoda hablando con ella de sus relaciones de pareja. Lexa parecía sinceramente interesada en lo que ella le había contado, como si le importaran sus sentimientos. Tenía una forma encantadora de hacerla sentirse la persona más importante del universo. Clarke imaginaba que debía de ser igual con todo el mundo; formaría parte de su encanto y su carisma.



Se metió en la cama y se quedó pensando en sus mejores amigas. Ni siquiera con ellas había hablado de lo que sentía por los hombres de la manera en que se había sincerado con Lexa. Sus amigas siempre le tomaban el pelo y le decían que no tenía relaciones serias y estables porque era demasiado exigente. Era más fácil reírse y darles la razón que tratar de explicarles cosas que no entenderían.


Eran cuatro mujeres, a dos de las cuales las había conocido en la universidad. Comían juntas con bastante frecuencia y, a veces, iban a cenar o a ver algún espectáculo, cuando sus parejas estaban ocupadas o de viaje. Su compañía le resultaba entretenida, y tenían trabajos exigentes, como ella, pero su prioridad eran sus maridos y amantes, y Clarke no se identificaba ni física ni emocionalmente con lo que sentían por los hombres. Era la única que no se había enamorado loca y apasionadamente en ningún momento de su vida.



Pensó que tenía sentido que Lexa la entendiera mejor que sus amigas. Sonrió al recordarla con el pelo castaño cayéndole por uno de sus ojos. Le encantaba su costumbre de juguetear con un mechón entre los dedos, con aire distraído.



Decidió que llamaría a Becca a primera hora de la mañana y quedaría para desayunar con ella y hablar del reportaje. Esperaba poder ir a la gira; sería muy divertido, e imaginaba que Lexa y ella se convertirían en grandes amigas.



A la mañana siguiente, a las ocho y media, Clarke y Becca estaban sentadas en un bar, a una calle de su trabajo. Clarke se estaba comiendo un omelette de queso y tomate con guarnición de champiñones, y pan tostado con mantequilla.




Becca se terminó su café solo y encendió otro cigarrillo. A todas luces, la visión del desayuno de Clarke le daba escalofríos.



—Dioses, ¿cómo puedes comer tanto a estas horas?




—Porque tengo hambre —contestó con una sonrisa—. ¿Tú no comes nunca?

SOLO DIEZ DÍAS - CLEXA -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora