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LYDIA SE DESPIDE DE GAR DEJANDO LA BOTELLA MEDIO VACÍA SOBRE UN ESTANTE DE LA HABITACIÓN. Girando el pomo de la puerta se detiene al escuchar dos voces conversar a unos metros de ella.
—El vino es cortesía de la casa... También la compañía —entrecerró los ojos viendo a Dick y a la dueña conversar, el coqueteo de la mujer a Dick no le estaba funcionando a su favor.
Voltea su cabeza hacia dentro del cuarto, quería espiar, pero Gar no podía saberlo así que lo buscó en su propia habitación. El chico se había metido al baño, por lo que volvió a asomar la cabeza.
—Es muy amable de tu parte, gracias. Pero ya es tarde —Dick la rechaza y Lydia observa cómo la dueña del lugar se marcha a su habitación, rendida.
Luego, por las escaleras sube Kory y ella con velocidad se oculta de nuevo en la habitación, y esta vez cuando Kory le ofrece también una bebida alcohólica a Dick, este no la rechaza dándole permiso de entrar.
Lydia alza una ceja saliendo y cerrando la puerta con suavidad detrás de si, caminando con pasos lentos a la habitación de su amigo pegando su oído a la puerta.
—Salud —escuchó los sonidos de vasos chocar y un suspiro por parte de Kory.
Hubo silencio después de eso, no duró mucho siendo opacado por los ruidos de Dick y Kory besarse.
Lydia se apartó de la puerta como si esta quemara. —No querré saber lo que se viene —sacudió su cabeza en negación—, pero tal vez pueda tomar la oportunidad —sopesó.
Se quitó su chaqueta marrón colocando su cabello sobre uno de sus hombros y bajando la blusa haciendo resaltar sus pechos. Su collar, guardándolo en uno de los bolsillos del pantalón. Siguió su camino de largo hasta tocar dos veces sin prisa la puerta.
—Hola, rubia —saludo con una mano apoyada en la pared exterior—. Soy amiga del chico castaño de por allá, y veo que no te fue bien con él.
La mujer suspiró pesadamente. —¿Tanto se me ha notado? —pregunta avergonzada, antes de echarle un ojo a su cuerpo completo.
—Un poco demasiado —bromea—. Se nota que estás tensa, tal vez pueda ayudarte con ello —sugiere mordiendo su labio.
—No me gustan las mujeres —titubea sin apartar sus ojos de ella.
—Oh, pero puedo hacerte cambiar de opinión —objeta, dando un paso dentro al tiempo en que la rubia retrocedía, con la curiosidad expandiéndose en su cuerpo—, y al terminar, te gustaré —sus ojos se vuelven dorados capturando la atención de la dueña de aquel motel.
