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Se rumoreaba que en las frías noches un hombre andaba en los pueblos en busca de una víctima, que al capturarla se lo llevaba a lo más profundo del bosque, nadie sabia el porque ni el lugar exacto al cual era llevada la víctima, pero aquellos rumores con el tiempo se convirtió en una historia que los padres le contarían a sus niños para darles miedo, una historia que de generación a generación era modificada. 

Era cierto que aquel hombre las capturaba y el motivo era para consumir su sangre, aquel liquido con sabor metálico era lo que le permitía tener todos sus sentidos intactos, nadie sabia que sufría de una maldición, una que no le permitía morir como los demás seres vivos, una maldición que le hacia ver como las personas a su alrededor fallecían y el aun seguía con vida, la inmortalidad se oía atrayente pero vivirla era una infierno. 

A pesar de ello también poseía ciertos dones de los cuales le encantaba presumir, su fuerza era indescriptible, muy superable al de un ser humano, los sentidos ordinarios eran más sensibles y de cierto modo superior, sin embargo también tenia debilidades de las cuales no le gustaba que los demás supieran.      

Cuando capturaba a sus víctimas las traía a su castillo para encerrarlas en el calabozo y así poder beber su sangre cuando tuviera la necesidad de hacerlo, al ya no necesitarlas se encargaba de que sus sirvientes se hicieran cargo del cuerpo, aquellas personas que le daban su servicio al hombre que llamaban "Lord" estaban agradecidos con este mismo, a pesar de que aquel hombre sea tan frío y serio les había dado el honor de que le sirvieran a cambio de un lugar en donde vivir.

El hombre de tez morena sabia de que no debía encariñarse con aquellas personas, porque el destino era el mismo, las conocía y veía el como pasaba el tiempo hasta la hora en que mueran, conoció tanta gente en el pasado que ya no era de su agrado conocer más para que salga el mismo resultado, la soledad era algo del cual ya estaba acostumbrado.

—Mi Lord, ya esta lista la persona. ¿Ira ahora mismo o debemos traerla aquí?— Una de las personas que le servían habló, una señora de cabellera gris y dulce mirar, mantenía su vista baja evitando el contacto visual con el moreno, de cierta forma cada vez que lo observaban sentían que debían mostrar sumisión.  

El nombrado estaba en su habitación, cerca del ventanal mientras leía un libro, minutos atrás había pedido a sus sirvientes de que alejaran a una persona de las demás para poder satisfacer aquella necesidad que tenia, no era de su agrado hacerlo enfrente de las otras personas y tener que soportar sus gritos. —De acuerdo, iré, no me gusta ensuciar mi habitación.— Contesto cerrando el libro que tenia y dejándolo en la mesa, sus brazos eran refugiados por la gran capa que traía. —Puede retirarse y seguir con los quehaceres. 

—Con su permiso.— La mujer contesto para así poder hacer lo dicho por su Lord, sabia que estaba mal el no poder ayudar a las pobres mujeres que estaban encarceladas sin ninguna atención, pero debía hacerlo o también podría terminar como ellas. 

El hombre se dirigió sin rodeos hacia el calabozo, ya no le importaba simpatizar con las personas, los ojos que reflejaban el miedo hacia el ya no lo hacia sentir mal, suponía que era algo natural, porque los débiles siempre tendrían miedo de los fuertes. Cuando entro al lugar observo como las personas que estaban encerradas se refugiaban en las esquinas tapando sus rostros, el calabozo tenia tres celdas alejadas entre si, la primera era en donde tenia en cautivo a las víctimas que caían ante él, el segundo era para consumir la sangre de la persona y el tercero era donde ponían los cuerpos sin vida que no pudieron soportar ser devoradas en vida. Sus víctimas eran puras mujeres que eran engañadas, el moreno consideraba que eran más ingenuas y caían rápido ante sus simples encantos manipuladores.

Y como era costumbre ingreso a la segunda celda para seguir manipulando a la mujer y así poder consumir su sangre.

❝Ojos Hipnóticos❞ ||【Fallacy×Encre】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora