Gris

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Minho despertó al escuchar un ruido extraño, alzó la cabeza al ver que su minino no estaba en la cama, se estiró para desperezarse y levantó. El inquietante ruido le hizo arquear una ceja a modo de curiosidad, lo escuchaba dentro del cuarto de baño y a cada paso era más fuerte. Al abrir la puerta se topó con una espalda encorvada dando directo sobre el drenaje, su felino estaba en cuclillas apoyando las manos en la fría loza del suelo. Kibum estaba vomitando con violencia o eso creyó ya que por los movimientos de su cuerpo junto con el incesante vómito estaba torturando demasiado al pobre rubio, sin dudar corrió hacia el para apartarle un poco del cabello que cubría su rostro, masajeo su espalda tratando de calmarlo, incluso le sostuvo con cuidado por la cintura para que no perdiera el equilibrio.

Después de unos minutos el vómito cesó y con ello Kibum se dejó caer apoyándose en el pecho de su amo totalmente sudoroso y agotado por el infernal movimiento que le había hecho vomitar a tal grado de que sentía la garganta rasposa y el estómago dolorido. Minho le miró con angustia mientras lo sostenía en sus brazos, limpió las comisuras de sus labios con ambos pulgares para retirar la saliva, Kibum se encontraba totalmente perdido en sus pensamientos. El suave peso sobre sus brazos le hacía preocuparse aún más, su amado felino no podía componer su estado y eso ya era algo alarmante.

—Ya no quiero hacer eso de nuevo, por favor. —murmuró en referencia al vómito, los ojos estaban llenos de lágrimas a causa del esfuerzo, suspiró pesadamente sintiendo su cuerpo demasiado cansado como para levantarse y hacer sus actividades.

—Estás enfermo porque no comes —Minho se arrodilló para poder apoyar el laxo cuerpo de su esclavo, el regaño fue dicho en voz baja ya que el menor parecía aún aturdido. Peinó con calma las doradas hebras tratando en vano de darle consuelo.

—La comida sabe fea —el rubio suspiró cerrando un segundo los ojos, al volver a abrirlos observó las orbes achocolatadas.

—Detestas ahora hasta las manzanas con miel que tanto amabas —depositó un casto beso a la frente ligeramente perlada de sudor—, he recolectado cestos enteros para ti y los desprecias sin siquiera probar su dulce jugo.

—Saben a vinagre.

—Tus desprecios hacia la comida son raros, por eso mismo mandaré por el médico de nuevo para que te vuelva a dar medicina, no quiero que sigas enfermo —tomó el pálido rostro entre sus manos para acariciar los pómulos con ambos pulgares, la piel fría de su amado esclavo le hacía desear llevarlo a la chimenea para tomar un poco de calor.

Kibum cerró los ojos, una honda se sueño se apoderó de su cuerpo, el vomitar le dejaba tan cansado que podría dormir y no despertar en unas buenas horas, Minho le movió por los hombros con delicadeza al ver que su rubio volvía a dormir, hizo un ligero mohín pensando en que quizá estaba enfermando a causa del excesivo trabajo que tendría como su esclavo, se sintió miserable, le prohibiría hacer actividades físicas y haría lo que fuese posible para que volviera a comer como antes con tal de que dejase de verse demacrado.

—Necesitas un baño —susurró al ver como el pecho subía y bajaba de forma suave.

—Me bañaré en un momento —poco a poco se separó de los brazos de su amo para poder incorporarse, todo entre tambaleos y torpes movimientos que fueron escrutados por el mayor.

—Tal parece que estás con dolor por haber bebido tanto.

—Yo no bebo, lo juro —se defendió al estar ya de pie, lentamente avanzó perezoso hacia la bañera para poder sacar agua y así ponerla a calentar.

Ante los lentos y difíciles movimientos del rubio, Minho torció la boca, se incorporó de un saltó y negó al ver que el menor ya tenía las manos sobre la cubeta de agua fría, ese niño parecía que se quebraría si hacía el intento de cargar el balde. Le arrebató el utensilio de un suave tirón para poder hacer él el trabajo.

Esclavo perfecto «MinKey»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora