Capítulo Trece

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Maratón 2/2

Todo fue confuso después de eso.

Sólo sé que hubo una lucha increíble en separarme de la pierna de Riot.

Thomas no me dejó volver a casa en mi coche ni en taxi, así que me ofreció dormir en su casa.

Obviamente cuando lo hizo, yo seguía abrazada a la pierna de mi hombre de novela, así que tuvieron que hacerme entender que no se iría a ningún lado.

Thomas acabó por ponerme un edredón en la habitación de Riot, en el suelo. De ésta manera, yo estaría segura de que no se iría a ninguna parte.

Riot se cagó en cada familiar y ex novio de Thomas. Y en algún que otro presidente también. Thomas se fue prometiendo que Bianca dormiría en el sofá de abajo.

Riot se tumbó y se hizo el dormido, pero a pesar del sueño que yo tenía, no podía dejar de mirar su ancha espalda cubierta por esa camisa de tirantes.

—¿Riot? - no respondió, como era de esperar- Tengo sueño y te quiero encima mía, Riot- romroneé y acabé descojonándome de mí misma.

Él no hablo.

Sólo le escuché suspirar pesadamente.

Me puse de lado y apoyé mi cabeza sobre mi mano. Me relamí mis labios secos y seguí jodiéndolo.

De alguna manera, me gustaba hacerlo. Sacarle de sus casillas.

—Todavía me entran nervios antes de verte, ¿sabes? Estás tan bueno joder... - nada, seguía sin responder- Si fueras una droga, no habría una jodida vena sobria en mi cuerpo... ¿Podrías dejar de hacerte el difícil y besarme?

Bufé y me dejé caer de espaldas, mirando el techo.

Era imposible. Era un amargado que no sabía divertirse ni enrollarse.

Era un amargado delicioso.

—Hoy has sido el único que no me ha dado un regalo,¿sabes? - dije con voz triste- Hasta los amigos desconocidos de Thomas, me han dado dinero para que yo me compre algo...

Mi corazón saltó cuando escuché los muelles del colchón de su cama sonar.

Giré mi cabeza para verle en la misma posición en la que yo estaba hace minutos.

Me miraba con esa mirada neutra a la que tanto le tenía asco. No me dejaba averiguar qué estaba sintiendo, y eso me frustrada.

—¿En serio esperabas un regalo de mi parte? - su voz ronca me hizo apretar mis piernas, sin disimular. Asiento- ¿Me puedes decir una jodida razón para que no te heche de mi habitación en éste instante?

Abrí mi boca y le miré, sorprendida.

Tragué saliva ante su mirada de enfado.

—¿Porqué? ¿Por esperar un regalo de tu parte? Vas a ser el futuro padre de mis hijos. ¿Tampoco les harás regalos a ellos? -le digo fingiendo un sollozo.

Abre la boca y frunce el ceño.

—A veces me planteo seriamente el poner una orden de alejamiento contra ti, Preston- murmura pasándose una mano por la cara, somnoliento - ¿Si prometo hacerte un regalo, te callarás?.

Me senté de golpe, ignorando las nauseas y asentí con energía.

Rodó los ojos y asintió.

—Está bien. ¿Qué te gustaría, señorita vivo jodiendo a medio mundo? - gruñó con los ojos cerrados.

Sonreí, porque era algo que ya tenía pensado desde hace días.

—Una cita.

Abre un ojo.

Luego otro.

Eleva una ceja.

Asiento.

Medio sonríe.

Muero.

—No me gustas, Preston.

Ruedo los ojos.

—Tiempo al tiempo, Riot Simons- le guiño un ojo y niega divertido, para luego dejarse caer de espaldas.

Pone su brazo sobre sus ojos y empiezo a escuchar su respiración relajada.

Gateo hasta llegar al borde de la cama y estiro mi dedo índice para pincharlo.

—¿Eso es un sí? - no responde - ¿Tendrás una cita conmigo? - silencio. Sigo pinchándolo con mi dedo- ¿Porfis? ¿Tendremos una cita? - silencio- ¿Mañana? ¿Sí? ¿Eh? ¿Lo prometes? ¿Riot?

—¡QUE SÍ, MALDITA SEA! - brama tirándose y dándome la espalda- ¡Duérmete ya o te juro que estrello algo contra tu cabeza! Total, vas a morir igual algún día.

Me callo y vuelvo a mi sitio con una sonrisa.

Me vuelvo a tumbar porque cumplió una vez con lo que juró, así que no me quiero volver a arriesgar.

Por primera vez, duermo con una sonrisa en el rostro.




Nauseas.

Dolor.

Sangre.

Mi sangre.

Su risa.

Se acerca, con las llaves resonando en su mano.

Mis manos tiemblan y mis dientes chocan entre sí, sin que yo tenga un control sobre ellos.

Empieza a acercarse y mi pulso aumenta con mi sudor.

Sollozos. Mis sollozos aumentan.

Siento su figura posarse delante del armario. Me tiro del pelo, en un intento de despertar de ésta pesadilla.

Daki... Pequeña Daki... ¿Te escondes de tu... -

Me despierto a tiempo para correr hacia la primera puerta que veo.

El baño.

Vomito en el lavamanos. Vacío mi estómago y mi cuerpo sigue temblando.

Me dejo caer en el suelo y abrazo mi cabeza, tirándome del pelo y sollozando. Logro arrastrarme hacia una esquina cuando siento la puerta abrirse.

Me cubro con las manos. Sé que va a hacerme daño. Lo sé. Me cubro el cuerpo con las manos, sintiendo que estoy desnuda, a pesar de llevar ropa.

—Por favor... Por favor para... - sollozo tumbándome y agarrando mi barriga.

Me arqueo para soltar un grito agonizante cuando las imágenes del sueño vuelven a mi mente.

No escucho anda a mi alrededor. Solamente silencio, a pesar de que hay alguien moviéndose a mi alrededor.

Me dejo caer, sintiendo cómo las nauseas van y vienen.




Mis ojos se abren lentamente y mis pestañas están húmedas.

Cuando distingo que estoy en una habitación y en una cama, me relajo, pero el pitido que suena a mi alrededor, me alarma.

Abro los ojos bien y miro a mi alrededor. Un hospital. Estaba en un jodido hospital.

Me quito las agujas de mis brazos y me levanto, mirando la bata que tengo puesta. Miro a mi alrededor y veo mi ropa y mis botas en un rincón del sofá.

Camino y me visto rápidamente, sin querer recordar lo que pasó, aunque sólo vagas imágenes aparecen y desaparecen.

Abro las cortinas y observo que el sol ya está en lo alto. Estoy en una planta baja, así que me resulta fácil deslizarme hacia el otro lado.

Y justamente cuando se abre la puerta de la habitación, yo me pongo a correr.

A correr de uno de los peores lugares en los que podía estar.

EL ALIENTO DEL DIABLO✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora