Capítulo 10

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Capítulo dedicado a @I_am_a_unicorn_666

—¿Así que aquí pasas la mayoría de tu tiempo?

Asintió, caminando hacia el cuarto de baño de su taller, después de cerrar las puertas del garaje.

Caminé detrás de él, abrazándome, ya que estaba tiritando. No podía apretar mis dientes y disimular, ya que se escuchaba el ruido que hacían mis dientes al chocar, igualmente.

Se me olvidó el frío, el dolor de espalda y el que estaba empapada cuando observé desde la puerta cómo se quitaba su sudadera, empapada, para después tirarla al suelo.

Me relamí los labios al ver que llevaba una camisa de tirantes negra, y fue cuando mis ojos se enfocaron en sus bíceps blancos, sin rastro de tinta de tatuajes, que mi mundo se paró.

Estaba de espaldas a mí, y su espalda ancha me dejó pensando en las mil maneras que podríamos acabar en éste taller ésta fría tarde de lluvia.

Se giró con un bote blanco.

—Preston- reaccioné cuando nombró mi apellido en esos tentadores labios- ¿Te levantas la camisa o tengo que hacerlo yo por tí?

Fruncí el ceño.

—¿Ehm?

Levantó una ceja.

—Para echarte Reflex.

Fruncí más el ceño.

—En tu espalda.

—¿Porqué? - murmuré, siguiendo el camino de una vena marcada en su brazo derecho.

—¿Porque te duele, quizás? - preguntó burlón.

Salí de mi mundo en el que me casaba con mi hombre de novela y teníamos cinco hijos.

Asentí y me levanté un poco la camisa, dándole la espalda.

Di un brinco cuando dejó salir el contenido del Reflex en mi espalda baja. Se apartó a los cinco segundos, para volver a entrar al baño.

—¿Ya está? - pregunto, sin disimular la pena que me ha dado que ni siquiera me rozase con sus largos dedos.

Se giró hacia mí, poniéndose una camisa negra de manga larga que sacó de un cajón del baño.

—¿Esperas que te prepare una sopa también, o qué? - murmuró, caminando lejos de mí.

Me muerdo el labio, imaginándomelo en mi cocina, en calzoncillos y cocinando.

¿Hay algún lugar en el que se pueda pagar para ver tus sueños hechos realidad?

—¿Qué haces? - pregunté al verle coger dos destornilladores y un artilugio raro.

Caminó hacia un coche blanco que estaba aparcado junto a una moto y se puso de rodillas para meter el cacharro raro debajo de una rueda.

Levantó la cabeza y me miró. Su pelo ya no caía sobre su frente, pero igualmente seguía siendo irresistible.

—Algunos tenemos que trabajar para ganarnos la vida, Preston- rodé los ojos ante su tono de voz.

—¿Y crees que yo robo bancos, acaso? - pregunto, cruzada de brazos y sentándome un poco cerca de él.

Iba a responderme pero se me quedó mirando, cuando se giró para ver dónde estaba.

Dejó el destornillador y cogió una llave inglesa, todo eso sin quitar su mirada verdosa de la mía.

—¿Se puede saber qué haces ahí sentada? ¿No tienes una casa? - gruñó, centrando su atención de nuevo en el coche.

—Nunca he tenido una casa- miré hacia otro lado cuando noté que había hablado de más- Y como me duele la espalda y ya son pasadas las nueve de la noche, creo que será mejor que me acerques tú en tu coche- se giró a mirarme con esa media sonrisa. Empezaba a amarla- Por favor.

Iba a decir algo pero se contuvo al escuchar mis dos últimas palabras.

Hice pucheros y él acabó rodando los ojos y devolviendo su mirada a su objetivo.

El cual no estaba entre mis piernas. Una pena.

—¿Entonces me vas a llevar o no? - silencio- Te lo digo porque ha sido tu culpa el que me cayese. Creo que el dolor será mucho mayor mañana por la mañana.- silencio- Y encima tengo trabajo por la tarde. Menos mal que no trabajo por la mañana, sino, estaría muerta- más silencio- Pero si no me quieres llevar no hay problema, aunque a ver como duermes sabiendo que he estado andando por la noche sola, con pervertidos por doquier y-

—¡Que sí, joder, te llevaré! - di un respingo cuando soltó la llave inglesa de golpe- Pero como vuelvas a hablar en lo que cambio ésta puta rueda para poder irnos, te vas ir con quien yo te diga.

Me mordí el labio inferior y sonreí abiertamente.

Cómo me gustaba cabrearlo. Su entrecejo se hundía, dándole una mirada peligrosa y erótica. Su postura se enderezaba y sus manos formaban puños, si no estaban señalándome, claro.

Intenté callarme por mi propio bien, pero a los diez minutos de estar allí sentada y con un dolor de espalda agobiante, no pude aguantar tanto silencio.

—Oye- juro haber escuchado sus dientes chocar cuando apretó la mandíbula- Oye. - dejó los utensilios en la caja para coger una servilleta y limpiarse las manos- ¡RIOT!

Dió un ligero brinco y me miró con los ojos como platos.

Me mordí el interior de mis mejillas para evitar soltar una carcajada. Elevó una ceja, a la espera de mis palabras.

—Me gustas demasiado, Riot.

Abrió la boca y me siguió mirando como si me faltase un tornillo.

Y no, a mí me faltaba la tienda entera. Negó para sí mismo y se dió la vuelta.

—Lo siento Preston, pero no eres mi tipo.

Auch.

Me levanté para seguirle.

—¿Acaso voy a donarte sangre? - siseé, cansada de que me evitara- ¿No podemos tener una cita al menos, para conocernos?

Se giró para encararme con los brazos cruzados.

Juraría que sus mejilla habían aumentado de color. Al ser blanco, se descifraba fácilmente. Caminó hasta mí y las puntas de nuestras zapatillas se rozaron.

—Una cita se hace cuando el interés de conocerse es mutuo, Preston- me miró de arriba a abajo con esa mirada neutra que adoptaba de vez en cuando -Y no siento decirte que yo no tengo interés en conocerte.

Abrí la boca para responder, pero él puso dos dedos encima de mis labios.

Eso a mi corazón no le afectó nada bien, porque aumentó sus pulsaciones.

—Como vuelvas a hablar o a decir otra tontería, te llevo en el maletero- me advirtió- ¿Está claro?

Asentí sin apenas oírle, enfocada en los dos dedos que tenía encima de mis labios.

Mis mejillas estaban rojas y millones de escenas eróticas de él y yo, se empezaron a reproducir en mi mente.

Y declarándome suicida, abrí mi boca para introducir sus dedos en ella.

EL ALIENTO DEL DIABLO✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora