Maratón 3/3
Cuando me abrió la puerta, creí fallecer.
Y resucité mil veces. Tragué saliva y volví a repasarlo de arriba a abajo.
Dios bendito... Dios santo...
La toalla se adaptaba a su cintura a la perfección. Y no tenía pelo en el pecho, justo como a mí me gustaban. La marcada uve me dejó con la baba en el borde de la boca.
-Estás follable, joder... - me tapé la cara con las manos al escuchar su risa- Lo siento, avergüenzo a mi sexo. No hablo bonito como hacen las mujeres y...
-Me gusta la gente que habla claro, no bonito.
Inspiré y apreté mis puños para no abalanzarme sobre él.
-Bueno, ¿pasas o que? Estás en tu casa - acabamos riendo por el chiste malo que hizo.
Entré y me sentí poderosa al verle repasarme con la mirada de arriba a abajo.
-¿Debo preocuparme por cómo has venido vestida? - murmura apoyándose en el marco de la puerta de la cocina, observando cómo sacaba cosas de la nevera.
Reí y negué, mirándole por encima de mi hombro.
-Te prometí el que no intentaría nada. Somos amigos, locochones, y pienso cumplir mi promesa- le sonreí y me apoyé en la encimera.
Asiente lentamente y mira raro a un punto fijo.
Me enervan sus miradas neutras a veces, porque no sabía qué pensaba.
-Me iré a vestir.
Asiento y fue cuando se dió la vuelta para irse que el aire faltó a mis pulmones.
Dios mío.
La cicatriz.
La cicatriz de la que me habló.
Ocupaba casi la mitad del centro de su espalda.
Pero no fue el horror de pensar cómo demonios no se desangró cuando se la hizo, no... Sino que tenía la forma de una cruz.
Era una cruz de Cristo.
No estaba tatuada ya que no había tinta. Parece como si alguien hubiese empuñado algo afilado y lo hubiese hundido bien en su cuerpo.
Se lo han debido de hacer demasiado joven porque está bien cicatrizado, pero es más clara que el resto de su piel... Y es horrible, joder.
Intenté darle la vuelta con mis ojos empañados, preocupada por lo que tuvo que haberle pasado. Y acordarme de las palabras de Delia tampoco ayudó en nada.
Inspiré hondo y abrí el grifo para lavarme la cara. No quería que me viese así. No le gustará que toque el tema y yo ésta noche quiero que se sienta a gusto conmigo.
Que sepa que puede confiar en mí.
Empecé a cocinar los huevos con tomate y pimienta que me hacía mi abuela cuando me ponía enferma.
Sentí que abría la puerta del baño y agradecí que se me haya pasado un poco el asombro y que la mesa ya estuviese lista.
-¿Qué es esto? - murmura tomando asiento y yo le sirvo zumo en un vaso.
-Es una receta que tenía mi abuela. Creo que incluso la inventó ella- reí- Es simple. Son huevos con tomate y pimienta, pero el secreto está en cómo cocinarlos, para que dé el sabor perfecto.
Asiente y toma un poco de pan para meterlo, coger un poco y llevárselo a la boca.
Yyyy... yo desvío la mirada porque me empiezo a sentir acalorada.
-Joder... Esto está... Padrísimo - dice en un ronroneo.
Doy una palmada y hecho la cabeza hacia atrás, soltando una carcajada.
Era adorable hablando en mexicano y me encantaba. Demasiado.
-¿Qué tal la charla de hoy? - dije comiendo yo también de mi plato.
Bebe de su zumo.
-Una mierda. Roger ha conseguido trabajo y novia, así que ya no va a dar más charlas. Hoy se a despedido de nosotros- dice tranquilo.
Mi mandíbula cae y le miro.
-¿Estás bromeando? - niega y yo me siento incluso triste- No creí que fuese de aquellos que cambian algo bueno cuando algo mejor aparece.
Me da la razón y seguimos comiendo.
Yo observo que ahora lleva la camisa de manga corta del difunto marido de Delia y evito decirle que lleva ropa de un difunto, ya que seguro que se desnudaría sin dudarlo.
Y eso no sería bueno para mí.
-¿Sería mucho atrevimiento si te digo que me excitas? - digo cuando terminé de comer, observándolo a él terminar de hacerlo.
Medio sonrió y elevó una ceja.
-¿Acaso voy yo diciéndote lo que pienso de tí?
-¡No me importaría! - digo al instante, provocando su risa- Venga, ¿qué te gusta de mí?
Parece querer levantarse pero se lo piensa mejor y me dedica una mirada con esos ojos verdes que me deja clavada en el sitio.
Se pasa la lengua por el labio inferior inconscientemente. Junta sus manos delante de él y se hace el pensativo.
-Me gusta tu manera de ser directa. Me gusta tu forma de socializar con la mayoría. Me gustan tus piernas cortas... Y me gustan tus ojos.
-Son simples. Son marrones- digo actuando como si lo anterior no me hubiese afectado.
-Sí, pero tienes una mirada feroz a veces. Es lo que los hace especiales- me mira con seriedad.
Asiento en silencio y nos quedamos allí, en silencio. Mirándonos.
-Eres atrevida, y coqueta. Me he dado cuenta de ello.
Elevo una ceja.
-Pero sólo contigo.
La sonrisa vuelve a su boca y niega, divertido, mientras se levanta y recoge los platos.
Mi sorpresa fue enorme cuando me mandó callar cuando le dije que me dejase lavar los platos a mí. Según él, ya había pasado por mucho ésta noche.
Y como un verdadero caballero se puso a limpiar los platos.
Empecé a fantasear con él cuando le enseñé la habitación de invitados. Empecé a fantasear con qué pasaría si lo tiraba encima de esa cama y me lo tiraba de todas las formas posibles...
Sí, a veces el peor sitio en el que puedes estar, es en tu cabeza.
Y me costó reconciliar el sueño, ya que nuestra última conversación, me tenía ilusionada a sobremanera.
Íbamos a dormir y antes de cerrar mi puerta, le llamé.
-¿Porqué has venido? - fruncí el ceño? - ¿porqué cambiaste de opinión.
Su boca se frunció y caminó hacia mí, hasta estar a unos cuantos centímetros.
Se encogió de hombros.
-Porque soy alguien difícil de soportar. Y dado que hasta ahora eres la única que no ha desistido en seguir intentando algo conmigo... - dejó la frase en el aire y se acercó para darme un suave beso en la coronilla- Que duermas bien, Preston.
Y dejándome enamorada del todo, se fue a dormir.
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EL ALIENTO DEL DIABLO✓
RomanceDicen que el hombre lastima, pero la mujer, cuando quiere, destruye. Queda prohibido, sin autorización escrita del autor, bajo las denuncias establecidas por las leyes, la reproducción total, adaptación, distribución y plagio por cualquier medio o p...