Las cosas simplemente sucedieron, de pronto comenzamos a hablar después de tanto tiempo, luego solo te sentaste a mi lado a ver la tarde pasar, cada vez mas cerca, disimulando las miradas que guardaban una promesa, los pequeños roces entre tu mano y la mía, o tu hombro en mi hombro cuando me mostrabas aquellas imágenes de tu celular en esa tarde de lluvia. Esa tierna sonrisa, esa magia que rodeaba el exterior, ese comienzo que dio paso a la aventura, esa primera mirada donde ninguno de los dos sabia lo que que vendría después. Esa noche, esa decisión, el que estuvieras ahí, el que me sentara a tu lado, el que me miraras a mi, el que te mirara a ti, el que continuaremos hablando, el que comenzáramos a tomar confianza. Tu linda sonrisa, esa dulce y provocadora voz, esos gestos, mis manos en tu cintura, ese brillo travieso en tus ojos, esos ojos que me enamoraron a primera vista. El que llegáramos ahí, al puerto, esa noche de tormenta, ese momento, el momento perfecto que espere durante mucho tiempo, nueve meses para ser exacto. Eran esas caras tristes convertidas a felices. El mundo fluyendo, la vida corriendo, la gente durmiendo, nosotros sonriendo, toda una historia, pagina a pagina, hasta el final, ese primer beso, esa primera confianza, ese primer roce de labio con labio, tu boca en mi boca, tu mano en mi barbilla y mi mano en tu suave mejilla, con los ojos cerrados, sintiéndonos, solo los dos, sin reglas sin culpas, sin arrepentimientos, dejándonos llevar, y fue esa noche, el principio de esta historia, nuestra historia de amor.