Aún soy demasiado joven como para sentirme tan triste, esos sueños que se quedan a casi nada y después uno ya no quiere continuar, estoy invadido de una insoportable bruma de aburrimiento conmigo, porque las tarde desfilan solitarias y mis ganas cada vez tienen menos ganas por continuar en las mismas costumbres. No me duele nada, es que tal vez he querido ser tan fuerte que ahora ni siquiera puedo llorar y los nudos ya no están en la garganta, sino en todo mi cuerpo, me sigo sintiendo estúpido, estúpido por fingir porque es lo que me hace parte de los que me rodean. Parece que todos se apenan de decir que las cosas no van bien, que la pesadez en los hombros es común y el llanto algo de lo que no se debe hablar, me cansan las actitudes de las personas que prefieren perder el tiempo en destruirse a si mismas que en conocer personas y crear relaciones sanas y afectivas, de conocer alguien que los ayude a salir adelante. Si te pones a observar con atención te darás cuenta que parece que hablar de lo que uno trae adentro es darle una pistola con cinco balas a alguien y todos andan con temor a que alguien llegue y de el primer disparo.