Hace un tiempo.

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Vivir lejos de casa no es para todos, debes tener un corazón grande, lo suficientemente grande como para empacar todo lo que dejas, alegrías y dolores, amigos y amores. Este viaje cardíaco late incluso cuando tocas un suelo que no te pertenece o cuando estás acostado en un colchón que no tiene tu forma y una almohada incómoda, y miras al techo preguntándote a dónde vas. Amigos que no son tuyos, una ciudad que no es tuya, debes tener un corazón grande, tan grande para hacer cosas nuevas. Un corazón que a veces teme que otros se hayan olvidado, porque el presente ha tomado el control de sus vidas. Un gran corazón, pero no demasiado fuerte, entonces ahí es donde se detiene. Estás libre pero al mismo tiempo te confunde y no sabe quién eres. Así que te acuestas en el colchón que ahora ha sufrido un poco tu peso, la almohada es más suave por un lado y te preguntas, ¿Que haré con mi vida?, ¿A donde iré?. Porque cuando te vas, más que moverte, vas hacia un destino, el tuyo.
Estamos echos de otra vidas diferentes, quien no lo vive no puede entenderlo...

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