Capítulo 1:

5.2K 321 46
                                    

—Joder Maxine ¿puedes levantarte?

Bastián, mi hermano mayor se encontraba en mi habitación, molestando mi preciado sueño para que moviera mi trasero de la cama y me alistara para ir a la Secundaria. Estaba cursando el undécimo grado.

—Cinco minutos más -repliqué como una niña pequeña.

Por supuesto, eso no funcionó, ya que apenas pronuncie aquellas palabras mi hermano me cogió del brazo y me levantó, obligando a mi cerebro despertar de golpe o caer contra el suelo.

—De padre serías terrible ¿lo sabías?

Él sonrió con un aire victorioso y salió de la habitación.
Estiré mis brazos, troné mi espalda y largué un bostezo.

Después de unos 30 minutos aproximadamente bajé, pues, ya había terminado de asicalarme.
Allí, se encontraban mis 2 hermanos, el ya nombrado y el más pequeño, llamado Tadeo.

Bastián, con su lacio y sedoso cabello rubio se encontraba preparando el desayuno.

Mientras, Tadeo con su ondeado cabello negro jugaba con su celular.

Me observé al espejo, mi cabellera era castaña clara y por suerte, estaba bien peinada. Suponía que los astros se habían alineado para que por lo menos el primer día fuera presentable.

—Tadeo, tu desayuno ya está, ven a comer.

A él, poco le importó el llamado del rubio.

—Le diré a mamá que no me estás haciendo caso y así te va a ir - se encogió de hombros esperando respuesta del menor.

Al instante, el pequeño lanzó el aparato al sillón y corrió a la mesa a sentarse. Bastián me observó con picardía.

—No tengo ganas de ir -dijo el pelinegro masticando un pedazo de tocino.

—Y eso que vas en primaria, deberías aprovechar -dije. —¿Es muy complicado secundaria? -preguntó, desanimado.

Asentí y él bufó.

Minutos después, el rubio acabó con nuestro desayuno.
Comencé a masticar el pan con mermelada mientras ponía música y movía las manos de una manera desquiciada.

Los 3 terminamos de comer y fuimos a cepillarnos, Tadeo y yo cogimos nuestras mochilas, salimos de casa y nos metimos al carro.
Bastián comenzó a conducir hacia la primaria del menor. Al llegar, los 2 besamos la mejilla de este y él bajó corriendo a encontrarse con sus amigos. Resoplé, extrañaba aquellas épocas de inocencia.

—¿A que hora vuelves de la Universidad?

—A las 7 -respondió, con una mano en el volante. —Aunque primero pasaré por la casa de Alexandra y llegaré con ella a casa.

Rodeé los ojos y mi hermano lo notó:

—Se que no te cae bien, pero de igual forma aprecio que la respetes y apoyes mi relación, por eso y millones de cosas más te amo hermanita.

—Yo también hermano, se que el que debe ser feliz con ella eres tú, no yo -sonreí y miré hacia delante.

Pude notar como él sonrió también.
Al llegar, besé su mejilla y él acarició mi cabello:

—Que te vaya bien -asentí y cerré la puerta.

Comencé a caminar por el exterior de la gran Institución, con intención de encontrar las listas que siempre se encontraban por allí, pegadas a un gran cartel.
Cuando las encontré comencé a buscar la clase a la cual había sido asignada, no fue difícil, de mi grado, era una de las primeras. Con mi dedo índice comencé apuntar hacia los nombres.
Perfecto, se encontraba una buena amiga y varias personas conocidas. Los demás eran nombres que nunca antes había visto, una vez bajé hacia lo último me encontré con un nombre que me golpeó fuerte:

James Park.

Él, era un joven con el que constantemente tenía leves problemas. Desde que estaba en primaria nos conocíamos, y siempre nos habíamos llevado mal. En fin, supuse que sólo debía ponerlo en su lugar cuando se sobrepesara e ignorarlo.

Sentí que alguien gritaba mi nombre, así que me volteé, allí, una chica pelirroja corría hacia mi con suma felicidad. Se lanzó hacia mi y yo la tomé en el aire.

—No puedo creer que nos haya tocado juntas, estoy demasiado feliz.

Sí, ella era la chica que había dicho que era una buena amiga.

—Yo también lo estoy Erika, pero ¿cómo lo sabías?

—Pusieron otras listas por allá -señaló el lugar y asentí con sorpresa.

La campana que daba inicio al calvario tocó, así que comenzamos a caminar hacia nuestro salón:

—¿Viste que nos toca con James Park? -no pude evitar preguntar. —Sí, yo creo que ese hombre nació con el único propósito de joder.

Reí ante su comentario tan espontáneo como cierto.

—Y dime... ¿cómo está el papi de tu hermano? -golpeó mi brazo con picardía. —Sabes que tiene novia.

—Lo sé, pero nunca pierdo la esperanza de que un día que te pregunte me respondas "soltero y con ganas de conocerte" -sus ojos brillaron con emoción.

—A mi también me encantaría, sería genial tenerte como cuñada -sonreí. —Pero después de todo, tu eres menor.

Se encogió de hombros —Para el amor no hay edad -guiñó.

Al llegar a nuestro correspondiente salón, observé muchos rostros conocidos sentados en diferentes lugares del aula. Con Erika, después de saludar amablemente a todos decidimos sentarnos en la zona del medio.
Una profesora, de aproximadamente 40 años entró, su cara de amargura no era muy agradable:

—¡Buenos días chicos! -exclamó con una voz aguda y rasgada que erizaba los vellos de tu piel. —Buenos días profesora -dijimos todos al unísono como jóvenes cero problemáticos.

—Yo seré su profesora de matemática y... -antes de que pudiera continuar, el sonido de alguien tocando la puerta la interrumpió.

—Adelante.

Fue ahí, cuando 2 chicos entraron: Uno era James Park y el otro, uno que nunca antes había visto, pero su aspecto era algo tenebroso y misterioso.

Misael ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora