Capítulo 8:

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Ese día fui a casa y pasé acostada en mi cama, con el celular.
La sensación que me había provocado el abrazo de Misael fue de tranquilidad, en otras circunstancias lo habría disfrutado profundamente.
Al ver todos mis chats sentí que faltaba algo, necesitaba el contacto del pelinegro, cuando fuera a la Secundaria me propondría pedirle su número.
Sentí como la puerta de casa se abrió, escuché las voces de mi madre y de Tadeo. Él, al enterarse de que estaba presente corrió a mi habitación y se lanzó a mi cama:

—¿Cómo te fue, príncipe? -acaricié su ondeado cabello, el cuál, por su color me recordaba a Misael.

—Muy bien, la maestra dio las notas de las pruebas de matemática, la mía fue la más alta -su sonrisa era amplia. —¡Felicitaciones! Eres un genio hermanito.

Comencé a hacerle cosquillas en su pancita, me llenaba de amor escucharlo reír, verlo feliz era lo que más deseaba en el mundo.
Nuestra progenitora entró, con una bandeja llena de diferentes alimentos, una para mi y otra para el pelinegro.
Besó las frentes de cada uno de nosotros:

—Que disfruten mis hermosas bendiciones.

Con mi hermanito comenzamos a comer mientras veíamos un programa en la tv. Después de un tiempo, él se acostó a mi lado, comencé a sobar su espalda hasta que cayó en un profundo sueño. No pasó mucho tiempo, hasta que yo también lo hice.

(...)

Me encontraba en los pasillos del colegio, de repente, alguien me empujó hacia los casilleros. La poderosa y penetrante mirada de Misael conquistó mis ojos, sin decir ni una sola palabra, fue acercando sus labios a los míos, al juntarlos, millones de sensaciones inundaron mi interior.

—¡Maxine! ¡Maxine!

Desperté, mi cabeza dolía y tenía mucho calor.

—Mh, ¿qué hora es? -bostecé —Ya es hora de ir a la secundaria, dime ¿vas a ir? -Bastián se sentó a la orilla de mi cama.

Asentí ligeramente mientras mis ojos se acostumbraban al sol mañanero:

—Mamá ayer me contó lo sucedido y... —lo interrumpí. —No quiero hablar de eso.

Él cogió mi cabeza y la atrajo hacia si, besando mi mejilla.

—Lo entiendo, pero ella me dijo que te diera la opción de faltar si así lo deseas.

—No, está bien, iré, no te preocupes - me levanté y él me observó. —Te espero abajo con el desayuno.

(...)

—¡Hermosa! -Erika al verme corrió hacia mi.

—Hola -sonreí. —¡Yo no puedo creer lo que sucedió ayer!, si me llegara a encontrar con ese malnacido yo... -tapé su boca. —Mejor olvidémoslo ¿sí?

Ella tragó saliva y asintió.
Mi objetivo principal era encontrar al pelinegro, fue ahí cuando pude recordar el peculiar sueño que había tenido. Sentí algo de calor en mis mejillas y giré la cabeza a ambos lados, intentando reaccionar.

—Veo que Misael se convirtió en tu salvador -ella sonrió. —¿Por qué lo dices como si yo necesitara uno? Realmente no lo busqué, intenté encontrar a un mayor y él fue el que me encontró.

—Lo decía en un buen rollo, tranquila.

Rodeé los ojos.
Al no encontrarlo supuse en el lugar en el que estaría, estaba apunto de ir hasta que recordé que a él no le gustaba que fuera gente, esperé a que la rojiza fue a charlar con otras personas y me escabullí.
Como lo esperaba, allí estaba él, sentado en el suelo, observando las nubes.

—Hola -dije y él se volteó rápidamente. —Estás bien -sonrió.

Asentí delicadamente y me senté a su lado.

—Gracias -solté. —¿Mh?

—Gracias por defenderme, protegerme y estar ahí -dije, cabizbaja.

—De nada, soy una persona la cual odia las injusticias, ese bastardo merecía ser castigado.

—Me alegra saber que hay chicos los cuales siempre estarían dispuestos a ayudar a una persona que lo necesita.

—De igual forma, no suelo involucrarme a menos de que sea algo muy importante o esa persona valga la pena -sonrió levemente.

Otra vez, ese maldito calor apoderándose de mis mofletes.

—¿Qué te pasa? Siempre estas observándome fijamente y ahora con suerte me sostienes la mirada.

—¿S-Soy siquiera un poquito importante para ti? Es decir ¿me aprecias aunque sea un poco?

Lo observé y sus ojos estaban abiertos como platos, después, sonrió con simpleza:

—Como dije antes, no me involucro a menos de que sea una situación que lo requiera o la persona me importe. —Pero era una situación que requería que actuaras -solté. —Tienes razón, pero, también me importas.

Mi corazón se aceleró —Vaya, no lo veía venir.

Él rodeó los ojos para después reír:

—Tu también me importas, me caes muy bien -sonreí. —Lo sé.

Oh vaya, su normal egocentrismo.
Nos quedamos todo el tiempo allí hasta que la campana inicial tocó.

—M-Mh oye ¿tienes número? -pregunté. —No.

—Y... ¿cómo te comunicas con tus padres?

Pude notar como su espalda se tensó:

—No tengo porque hacerlo -dijo, cortante.

Comenzó a caminar más rápido:

—¡Oye, esperame! -exclamé. —No, ¿sabes qué? Mejor nos vemos luego.

Me paralice, se veía que no le gustaba charlar de sus progenitores. Decidí respetar su decisión y no volver a hablarle sobre aquello.

Misael ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora