Capítulo 10:

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—No puedo creer que te esté atrayendo Misael - la voz de Erika resonaba a traves de la línea. —Tu lo dices porque no le das ni una oportunidad para conocerlo.

—No tengo interés en conocer a ese posible secuestrados -al escuchar aquello rodeé los ojos con fastidio. —Escucha, eres mi amiga, pero hay algo que debo decirte, no hagas lo que no te gusta que te hagan.

Una leve pausa endulzó mi oído —¿De qué hablas? -soltó al fin.

—Sobre tu trato con Misael, lo discriminas por parece alguien extraño e incluso malvado, pero ya te he dicho que no es así, no puedes pretender que la gente te respete si tu no lo haces.

—Max, debo irme, charlamos luego -colgó.

Genial, ella esquivando mis lecciones de valores como hacía siempre.
Su actitud era molesta, porque yo había visto como ella sufría a causa del rechazo de las demás personas debido a su peso y yo me había encargado de defenderla. También, yo misma había sido víctima de la mirada juzgadora de todos, sólo por el hecho de gustarme defender y ser justa con los demás. Por lo cual, me dejaba un gusto amargo en la boca saber que mi propia amiga después de todo aquello vivido pagara con la misma moneda a una persona que no le había hecho absolutamente nada.

¿Exageraba? Tal vez, pero esa era mi forma de ser.

—Y... ¿cómo está Erika? -mi madre preguntó, recargada sobre el marco de la puerta. —Supongo que de maravilla -encogí mis hombros.

(...)

—Vaya, es un día increíble -comenté con ironía mientras bajaba del auto y corría a la secundaria para no mojarme.

Al entrar, una bola inmensa de alumnos me abrumó, todos estaban amontonados en un mismo lugar, esperando a que la campana sonara. Nunca antes había deseado con tantas ganas que lo hiciera lo más rápido posible. Una vez su característico sonido impregnó todas las paredes, el pasillo se despejó considerablemente y yo pude respirar.

Comencé a caminar hasta que llegué a mi aula, saludé a todos con un gentil beso en la mejilla y me senté, recargando mi cabeza en la mesa.

—Me parece que alguien no durmió bien -me exalté. —Que susto me has dado Misael.

—¿Por? —Olvidalo.

Rápidamente, se sentó a mi lado y yo lo observé con los ojos abiertos de par en par:

—¿En serio? -arquee una ceja. —Bueno, mientras tu amiga no está creí que podía sentarme aquí, si quieres me voy -dijo, levantándose.

—¡No! -exclamé y cogí su muñeca, todo el mundo me observó. —E-Eh, digo, quédate, no me molesta -dije, tímidamente colocando un mechón de cabello detrás de mi oreja.

Él sonrió y volvió a sentarse.
Joder, había sido muy impulsiva.

—Buenos días estudiantes -la profesora de matemática llegó.

Segundos después de pasar la lista, comenzó a llenar la pizarra con ejercicios que de solo verlos te provocaban dolor de cabeza.

Cuando la tercera hora estaba apunto de comenzar la preceptora llegó y comentó que como de costumbre, la profesora de historia no podría llegar, por lo cual tendríamos esa hora libre. Todos gritamos de felicidad y salimos corriendo, Misael, ante la adrenalina mezclada con felicidad me había cogido de la mano y así me llevaba por todo el Instituto, yo estaba completamente satisfecha.
Una vez llegamos a la cafetería, notó su agarre y como si no hubiese sucedido nada me soltó, enseguida sonrió:

—¿Qué vas a pedir?

—Mh -apreté mi barbilla. —Creo que lo de siempre, una coc...

Antes de que pudiera seguir hablando, ya se encontraba en el mostrador pidiendo exactamente lo que yo iba a decir, me sentí sorprendida y algo curiosa, una vez terminó de pagar me entregó aquella gigantesca barra de chocolate junto con la congelada lata de mi bebida favorita, coca cola.

—Gracias -sonreí. —Pero ¿cómo sabías que pediría esto?

—Es lo que todos hacen, es muy típico -se encogió de hombros. —Vaya, que pena que no sea original y especial -mordí mi mejilla interior.

—Lo eres, o bueno, para mi -sonrió.

Sentí como mis mejillas se impregnaron en un calor intenso:

—¿Te sientes bien? - se acercó a mi. —S-Sí ¿por qué no lo estaría?

—No lo sé, te noto extraña repentinamente.

—Tu también eres especial para mí ¿lo sabías? -lancé y él me observó.

Su mirada se enfrió y sus comisuras se dezlizaron hacia abajo lentamente.

Joder ¿qué había dicho de malo ahora?

—Lo mismo te pregunto yo ahora ¿te sucede algo? -él negó.

—Eres un chico extraño.

...

Se acerca el final chicos...

Misael ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora