Capítulo 5:

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En la segunda hora, le comenté a la pelirroja lo que haría, por lo cual le pedí que me dejara sola con él.
Después de suspirar, entré al silencioso salón, para mi sorpresa, Misael no se encontraba allí.

—Demonios.

Comencé a pensar en lugares donde él se podría encontrar, una luz se encendió en mi mente: La azotea.
Corrí hacia allí rápidamente.
Al abrir aquella puerta, pude verlo, su cabello negro se destacaba entre todas aquellas nubes blancas, él se encontraba de pie, acomondando la capucha de su sueter.

Al verme, rodeó sus ojos con obviedad:

—Este lugar ya está ocupado, vete.

—Quisiera charlar contigo -sonreí. —¿Ah sí? Yo no.

Sus respuestas eran frías y duras como el hielo.

—Oh, vamos, no conoces a nadie de aquí, ¿qué tiene de malo que yo quiera relacionarme contigo? -arquee una ceja. —Tener, como tal, nada, el tema aquí es que no me interesa -me observó fijamente.

—¿Por qué te niegas tanto Misael? -me acerqué y me senté. —¿Siempre eres tan molesta e insistente? -asentí.

Pude notar un leve levantamiento de sus comisuras, fue algo tan sutil que si no le hubiera estado observando cada detalle del rostro no lo podría haber notado.

—Es un poco incómodo cuando fijas tu mirada en mi como lo haces ahora -lanzó, mordiendo su mejilla interna.

—¿Te molesta?

No contestó, en cambio, su mirada carbón se fijó en mi piel.

—E-Entiendo el punto -tartamudee un poco. —Me alegra.

Nos quedamos por un segundo en un completo silencio.

—Sobre lo que ocurrió en el salón -sobé mi nuca. —Agradezco que aparecieras en ese momento.

—No lo hice por ninguna de ustedes, es más, ni sabía que estabas metida en un aprieto. —Bueno, no era un aprieto, sólo una situación poco agradable.

—¿Qué puede ser agradable teniendo a ese papanatas cerca?

Reí.

—Tu eres una de las pocas personas, por no decir única, que lo ha enfrentado de esa forma.

—No me sorprende, ese chico impone, pero, más lo hago yo -sonrió con egocentrismo.

—Sino te molesta... ¿podrías contarme de donde vienes, con quien vives? Algo así para tener algún tipo de lazo.

Su mirada al pronunciar aquellas palabras cambió drásticamente, antes, dentro de lo posible para un chico como él, se veía bastante relajado, pero, en ese momento cambió a parecer alguien alterado, incómodo e incluso molesto.

—No.

Fue lo único que se desprendió de aquellos labios carnosos:

—¿Qué? ¿Por qué? -pregunté confundida. —Si te da pena comenzar tu primero, empiezo yo, vivo con mi madre, mi hermano mayor y mi hermanito.

Su respuesta fue el mismísimo silencio:

—Oye, di algo.

—Sal de aquí -con su dedo índice apuntó la puerta.

—¿Por qué? Íbamos tan bien -rodee los ojos. —Todo lo bueno termina, así que ahora vete.

—Mira, estoy intentando ser amable contigo, pero eres alguien complicado, así que si tanto te molesta mi presencia vete tú -crucé mis brazos.

Frunció el ceño y se levantó lentamente:

—Mira chica, yo no pienso mover ni un solo milímetro de mi cuerpo, eres tu la que ha llegado a molestar mi tranquilidad, así que ahora lleva esa boca parlanchina y esa insolencia a otra parte.

—¿Insolencia? Lo único que intenté fue tener una conversación.

—Otro error, te dije que no me interesaba.

Bufé y comencé a caminar, pero me detuvé y voltee:

—Y... en un momento, noté como estabas a gusto, no puedes negarlo.

Sonreí con simpleza y me fui de allí.

Misael ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora