La dama sin huellas

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Por el mismo sendero por el que corría de pequeña, ahora camina con pesadez la dama sin huellas. Allá por donde pasa no queda ni rastro, no se sabe si realmente estuvo aquí, allá, más lejos... Ni siquiera las lágrimas que derrama mientras deambula queman la tierra que pisa. Es como si no existiera, porque en este mundo, quien no deja huella, no existe.

Todos tienen una noción de ella, creen saber quién es y que estuvo ahí, con ellos, pero nunca pueden asegurarlo porque no la recuerdan. No la recuerdan. No la retienen en su memoria, por más que escarben en ella. No se acuerdan de la dama sin huella.
No la han olvidado, simplemente no saben com certeza quién es, qué hizo por ellos.

La dama sin huella se acuerda de todas y cada una de las personas que ha conocido, las tiene marcadas en su segunda piel. Recuerda sus caras, sus nombres, la relación que tenían... pero ninguna de ellas la recuerda. Cada una de sus lágrimas tiene nombre y apellidos. Cada noche revisa sus manos y sus pies, y no hay problema con ellos, ambos tienen planta y huellas, pero ella no las ve.
«¿Por qué será que no se acuerdan de mí? Quiero que me recuerden, no he hecho nada malo... Nada malo...» Se lamenta desconsoladamente, sentada en el columpio a la vera del sendero.

Quizás algún día llegue una persona que le haga ver que sí tiene huellas, pero que simplemente ella no las ve, por alguna razón. Quizás algún día alguien recuerde con nombre y apellidos a la dama sin huellas, que a veces parece una niña que sólo necesita que no se olviden de ella.

las sombras de mi alma que jamás supisteis verDonde viven las historias. Descúbrelo ahora