Érase una chica cuyo estómago dolía como ningún dolor podría imaginarse. Por las noches se palpaba el bulto que no paraba de moverse en su interior y escuchaba aleteos. Estaba asustada, no comprendía por qué le ocurría eso, y cada día iba en aumento.
Todo el mundo sabía que tenía pájaros en la cabeza y que andaba con una niebla detrás de ella, que humedecía los bajos de su vestido azul y la hacía verse más distraída de lo que es. No es que fuera etérea, más bien pesada y volátil, y siempre iba de acá para allá con historias de amoríos. Sin embargo, una de ellas le marcó más de lo normal; a partir de ahí comenzó a sentir un nudo en el estómago, pero jamás pensó que derivaría en algo tan brutal como lo que estaba sintiendo.
Lloraba día tras día, no podía deshacerse del dolor ni de los constantes aleteos que la atormentaban, sobre todo por las noches; ni siquiera os pájaros de su cabeza conseguían acallar todo aquello, y también sufrían.Un día, desesperada, salió corriendo de su habitación y se golpeó tres veces en la protuberancia de su estómago. En aquel instante se sintió a morir y comenzó a vomitar mariposas, que salían volando a montones. Muchísimas, cientos de mariposas salieron del interior de la chica, que cayó al suelo de rodillas sin poder recordar a quien le había provocado aquel mariposario en el estómago.
Lloró de felicidad, había deshecho lo que había empezado siendo algo bonito y acabó convirtiéndose en una pesadilla a punto de acabar con ella. El alivio en su interior provocó que los pájaros de su cabeza piaran de alegría y ella danzara por toda la casa. La chica aprendió que las mariposas, si no las sacas cuando todo se acaba, pueden hacerte mucho daño por muy bonitas que sean. Ella lo hizo sola, y ahora vive feliz con sus pajaritos.
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las sombras de mi alma que jamás supisteis ver
Short StorySombras lloronas a contraluz que nunca nadie vio, que nunca nadie comprenderá. © 2019, chio