d u o d é c i m o.

707 54 1
                                    

Leonardo.

El ruido que ocasionó Queen, la perrita de Mel, al bajarse de la cama me despertó.

Noto la posición en la que estamos, tengo un brazo en su cintura y ella me da la espalda. Me muevo intentando no despertarla, y cuando logró quitar del todo mi brazo, agarro mi celular.

La hora marcaba las diez y media pasadas. Era bastante temprano para un domingo.

Las notificaciones de mi celular eran todas de Guillermina insultandome. La entiendo, ayer me porté para la mierda dejándola ahí, pero tenía que buscar a mi chica.

Algún día voy a disculparme, aunque supongo que ella no quiere verme ni en figurita.

Dejo el celular a un lado cuando Mel se da vuelta y se apoya en mi pecho, todavía dormida.

Me tomo un tiempo de apreciarla así, sin que se diera cuenta. Sus pelos están alborotados por todos lados, sus labios están levemente abiertos y su respiración es pausada. Sus pestañas son preciosas, y bastantes largas. Y no puedo dejar de admirar sus pequeñas pecas, que inevitablemente hacen llevar mi mano hacía ellas y tocar suavemente a Mel, quién sonríe.

—Estabas despierta —afirmo. Ella abre sus ojos y se queda mirando un punto fijo en la ventana.

—No, pero tu suave contacto hizo que me despertará. Buenos días, amor —se levantó y me dio un tierno y corto beso.

No puedo no admitir que con todos sus pelos despeinados y sus ojitos acostumbrándose a la luz no se ve extremadamente tierna. Es hermosa, y me eligió a mí. Yo ya gané.

En un momento de distracción, Mel se sentó arriba mío. Me sorprendí, y después comencé a pensar en lo peligroso que es esto.

—Mel —la mire, ella me sonrió y se movió para darme un beso. Mala idea.

—¿Qué pasa, bebé? —se movió de nuevo, e inevitablemente algo en mí despertó.

—Está tu viejo y...

—No están. Se fueron ayer a dormir a la casa de la mamá de Pauli. Estamos solos —se acercó a darme un beso, pero no era uno tierno como los anteriores, era uno salvaje.

—Meli, no quiero que nuestra primera vez sea a las once de la mañana un domingo —dije entre besos. Ella se separó enojada y se levantó.

—Tenés razón —se sacó el pijama en frente mío, quedando en ropa interior, para comenzar a cambiarse. Cuando notó mi mirada, sonrió y me guiño un ojo—. Ducha fría, lindo. Ya sabes donde esta el baño.

Y se fue de la habitación, dejándome con un problema que debería solucionar con lo que me dijo.

Iba a levantarme cuando mi celular empieza a sonar. Me esta llamando mi representante.

—Muy temprano, ¿qué paso? —reí y él también.

—Llamo para insistir nomás. ¿Leíste el contrato qué te mande?

—¿Qué contrato? —solte confundido.

—¿Cómo qué contrato, Leo? Hace una semana te lo mandé —realmente no me acuerdo de lo que me está hablando—. Leo, te llamaron del Borussia. Te vas a ir a Alemania.

Y en ese momento, solo pensé en Melissa.

volando » leo balerdi. [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora