p r i m e r o.

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Melissa;

Enrede mi pie en la tela celeste, y con mis brazos me impulsé para arriba. Ya no tocaba el piso. Estaba volando.

Di una vuelta más en mi pie, la tela lo envolvía completamente. Pase mi torso por el medio de los dos trozos celestes y me tiré. Quedé dada vuelta, colgando de una pierna.

Podría quedarme así todo el día.

Algunos paraban a mirarme, y no se si era por mi arte o por ser la hija de Pavón.

Con mis brazos, hice fuerza y quedé sentada. Comencé a bajar, ya que tenía sed.

Toque el piso luego de un rato. El pasto frío y húmedo hizo contacto con la planta de mi pie, dándome cosquillas.

Tomé un largo trago de agua y tire la botella. Me saqué la campera, quedándome en músculosa y calza. Hacia bastante calor.

Trepe nuevamente la tela y comencé a hacer acrobacias.

No puedo explicar la sensación. Sentís que volas, que sos un pájaro.

Me siento fuerte acá, me siento feliz cuando doy vueltas en el aire, cuando la suave tela toma contacto con mi cuerpo.

Sin dudas, mi parte favorita del día es cuando puedo bailar en el aire.

Las vueltas a veces llegan a marearme, por lo tanto me quede estática en la tela. Cuando se me paso, seguí en lo mío.

La tela estaba por mis brazos, por mis piernas, por todo mi cuerpo. Mis piernas estaban abiertas de par en par, haciendo una hermosa figura.

—¡Leo! ¿Podes prestarme atención? —gritó una chica a poca distancia—. ¡Hace como media hora la estas mirando!

—¿Es qué no ves lo que hace? Es impresionante —no puedo ver quien es el chico, ya que el pelo tapaba todo mi rostro.

—Sabes que, deja, me voy. Después llámame —se escucho y no pude evitar reír.

El sol se estaba ocultando, por lo tanto me di cuenta que es hora de volver a casa.

Me subi hasta arriba del todo y me colgué de la rama, desatando el nudo de la tela. Una vez que la tela tocó el piso, baje con cuidado el árbol.

Me puse las zapatillas y guardé la tela en mi bolso. Una vez listo todo, pude ver al chico que discutía con esa piba mirándome.

Sonreí y lo miré también.

—¿Para vos es impresionante? Si querés algún día te dejo intentar. Es hermoso —y él todavía seguía en shock—. ¿Estás bien?

—¿Vos sos la hija de Pavón? —soltó el morocho y mi sonrisa se esfumó.

Suspiré. ¿Cuándo sería el día en qué alguien se fije en mí por mi talento y no por mi viejo?

—Si. Soy la hija de Cristián. Me tengo que ir, nos vemos —afirme el agarre de mi bolso y caminé, dándole la espalda.

—¡Ey, espera! —gritó y yo me frene. Lo miré y él a mí—. No me quedé mirándote por ser la hija de Cristián, si no por tu talento. Bailas ahí arriba loca, sos libre. Todos tendrían que envidiarte, porque vos podes volar y nosotros no —sonrió— y estaría muy feliz si algún día podría intentar.

—Estoy todos los días a las cinco. Cuando quieras vení, la clase es gratis.

Y sin decir nada más, comencé a caminar. Pero ahora con una gran sonrisa en la cara.

volando » leo balerdi. [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora