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Esa luz azulada fue lo primero que logre recordar, seguido por el cielo, las estrellas y finalmente el instante en que mi cuerpo dejó de responderme. Debí morir o al menos eso creía cuando, En un prado interminable, luché por ponerme de pie. La luz gradualmente comenzó a filtrarse a través de mis ojos, permitiéndome ver con claridad el entorno que me rodeaba. Y ahí estaba, frente a mí, una escena que capturó mi atención de inmediato.


Dos gigantescos robles cuyas raíces se entrelazaban de tal manera que destrozaba toda la tierra a sus alrededores al emerger del suelo compartiendo un mismo tronco que con el paso de los años se había dividido en dos troncos paralelos.


Uno de ellos, de corteza agrietada y madera reseca, mostraba los estragos del paso del tiempo. Sus ramas, desnudas y retorcidas, apenas mantenían unos pocos retoños marchitos que no lograban ocultar la decadencia que había ido apoderándose paulatinamente del árbol.


El otro robledal, en contraste, se erguía orgulloso en toda su plenitud. Su tronco grueso y robusto sostenía un imponente dosel de frondosas ramas que danzaban al compás de la brisa, exhibiendo exuberantes manchas de color esmeralda entre las que asomaban pequeños brotes llenos de promesa el cielo y la tierra parecían estar unidos por numerosas raíces y ramas


El cielo que los rodeaba era cálido y delicado, similar al atardecer. Esta imagen surrealista se grabó en mi mente de una manera tan profunda que sé que no podré olvidarla durante mucho tiempo.


¿Dónde estoy? Le pregunte a la nada antes de comenzar a moverme en dirección a ese árbol sin recibir respuesta a mi confusa pregunta. Seguí un pequeño arroyo que parecía venir de la misma dirección en la que me movía cuando de repente miré hacia abajo y tan pronto como comencé a observar el reflejo que me dio la corriente, se comenzó a distorsionar


Vi en mi pecho, la sangre seca pegada a mi camisa rota, donde antes tenía la herida, aún era visible, y aunque la lanza me había atravesado, y todavía podía sentir el dolor cada vez que inhalaba, ya no estaba el hueco.


-Has despertado


-De nuevo esa voz


Podía escuchar esa voz con bastante claridad, pero no podía ver nada cercano, no vasto con que viera en cada dirección para que algo o alguien tocara mi hombro, Di un paso atrás y caí al arroyo al tropezar, pero cuando miré hacia arriba, había una mujer joven allí. Caminando de un lado a otro, se fijo solo en mi pecho sonriendo apáticamente


-Tú quién eres


-La pregunta aquí es ¿Quién eres tú?


Respondí de la misma manera sin pensarlo, esperando su respuesta mientras me ponía de pie después de ser empapado por el agua del arroyo


-William Preston


-No, no eres él, no posees su alma y no posees su esencia


Esta vez no fue diferente a lo que normalmente los únicos presentes conocían como conversación, ambos parecían inexpresivos hablando sin emoción, y respondieron esperando la respuesta del otro. La voz neutra de aquella misteriosa joven ya no era la que William escuchaba en alguna ocasión cuando caminaba, cantaba para él o simplemente se hundía en los pensamientos repentinos que solía tener

Dónde Los Sueños Perecen (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora