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Han transcurrido doce largos años desde aquel incidente que marcó un antes y un después en su vida. La persona que en aquel entonces era apenas un niño, ahora se encuentra en el umbral de la adultez, disfrutando de la madurez con la frescura de sus diecinueve años. La inocencia de la infancia se ha desvanecido, dando paso a un ser más complejo, forjado por las experiencias y el inexorable paso del tiempo.


A pesar de los años transcurridos, los detalles de aquella noche fatídica permanecen indelebles en su memoria, grabados con la precisión de un sueño salvaje que, de vez en cuando, cobra vida de la forma más inesperada. Esos recuerdos, que fluctúan entre la claridad y la confusión, se han transformado y evolucionado con el tiempo, como si fueran parte de una narrativa en constante cambio. Lo que realmente sucedió esa noche parece esconderse tras un velo de misterio y especulación, cambiando sutilmente con cada recuerdo que aflora a su mente.


Cada vez que el pensamiento de aquel incidente vuelve a él, se encuentra con una versión ligeramente diferente: nuevos detalles emergen mientras que otros se desvanecen en el olvido, como si su memoria jugara un eterno juego de luces y sombras. Esta maleabilidad de los recuerdos le ha llevado a cuestionar no solo la fiabilidad de su propia mente, sino también la naturaleza misma de la verdad y cómo esta se construye y deconstruye con el tiempo.


A lo largo de estos años, ha aprendido a vivir con esa incertidumbre, aceptando que tal vez nunca llegue a comprender completamente qué fue lo que sucedió aquella noche. Sin embargo


A veces, los sueños trascienden la delgada línea entre la realidad y el reino de lo imposible. Se convierten en un lienzo donde se pintan escenas que desafían nuestra comprensión, dejándonos con un sentimiento de asombro y, a veces, de inquietud. Uno de estos sueños se grabó en mi memoria con una claridad desconcertante, transportándome a un paisaje que parecía sacado de una época post apocalíptica.


El escenario era un vasto terreno desolado, marcado por los estragos del tiempo y la guerra. Los escombros y las estructuras en ruinas eran testimonios mudos de batallas olvidadas, creando un tapiz de desolación que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. En medio de esta desolación, una figura solitaria se destacaba con una presencia que parecía desafiar el entorno caótico.


Era una joven de belleza inusual, con cabello dorado que brillaba incluso en la penumbra del lugar, ojos profundos color chocolate que reflejaban una mezcla de determinación y tristeza, y una piel tan blanca que contrastaba dramáticamente con el oscuro panorama que la rodeaba. Lo más impresionante, sin embargo, eran sus alas, tan grandes que superaban en envergadura a su propio cuerpo. A pesar de su magnificencia, las alas portaban manchas de sangre y, aunque a primera vista parecían pertenecer a un murciélago, su belleza era indiscutible y desafiaba cualquier comparación.


La joven estaba encadenada, sujeta por grilletes oscuros como la noche misma, grabados con letras de un idioma desconocido que resplandecían en un tono rojo brillante. A pesar de su aparente confinamiento, había una serenidad en su postura, una calma que contrastaba con el caos que la rodeaba.


Incapaz de comprender cómo había llegado a este lugar o qué significaba todo esto, sentí una profunda conexión con la escena, como si este sueño fuera más que una mera construcción de mi mente. La joven, a pesar de su situación, parecía estar esperando algo, o quizás a alguien, aunque su propósito permanecía envuelto en misterio.

Dónde Los Sueños Perecen (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora