[ Capítulo 1: normal ]

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—¡Llegaremos tarde, Isabela!—gritó una voz femenina desde el salón principal, varios metros de distancia de donde la ya nombrada se encontraba, preparándose en su habitación.

—¡Ya voy, impaciente! 

Gritó de vuelta, y se volvió a mirar de pies a cabeza a través del cristal del espejo que ocupaba la puerta completa de su armario, el cual andaba medio desordenado por el ajetreo anterior mientras ella buscaba algo decente para ponerse.

Porque, ¿qué chica normal del siglo XXI tiene algo en su armario que le sirva para una salida con amigos un Sábado por la tarde? Claro, ninguna.

Con los dientes a medio cepillar, corrió a través del largo pasillo que formaba la mayor parte de su pequeño apartamento en el centro de la capital. Lo había conseguido, no por tener mucho dinero o una gran herencia millonaria, sino que en los tiempos de la Guerra Civil, gran parte de los pisos fueron amueblados y reconstruidos de nuevo bajo el mandato de empresas constructoras, y, afortunadamente, el apellido Álvarez Turilla estaba en una de esas empresas. Quiere decir que un antepasado materno reconstruyó media ciudad, y solo por eso, tenía más privilegios que los demás.

Injusto pero beneficioso.

—¿Segura que no hará frío?—preguntó Isabela justo después de escupir parte de la pasta de dientes y de enjuagarse la boca, para volver a escupir en el lavabo. Secó las comisuras de sus labios y dejó el cepillo sobre la mesa. Como siempre dice, más tarde lo recogeré.

—Si, lo miré hoy por la mañana en el móvil, en weather no se qué más, y decía que haría bastante calor y salía una luna sin nubes y sin nada —contestó la más alta, poniéndose de nuevo la chaqueta que anteriormente había posado en la silla de la cocina, volviendo también a colocar su falda, la cual se había subido algo al echarse —literalmente— sobre el sofá de forma brusca.

—Recemos y crucemos los dedos para que no haga frío, por algo saqué de nuevo estos pantalones, y da gracias que me puse medias.

—Vaya, como si esas medias te protegiesen mucho, uh —dijo Gabry mientras reía y veía como su mejor amiga cerraba el apartamento con llave y se guardaba esta junto a su teléfono móvil en sus bolsillos. 

—Aunque parezca que sean de rejillas, ya solo el hecho de llevar medias y no tener la pierna al aire en pleno Mayo, ya me reconforta. Psicológicamente —explicó, bajando a saltos las escaleras y moviendo su lacio pelo negro hacia los lados.

—Psicológicamente, claro que si, querida —replicó con media sonrisa en forma de burla la más alta, colocándose de nuevo la gran cantidad de anillos que llevaba en sus dedos. También tanteó ligeramente su gargantilla de encaje por si estaba retorcida. 


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—¡Gabriela, Isabela, sí que tardasteis, eh!—una alegre voz les hizo a ambas girar el cuerpo hacia la derecha, viendo a lo que había sido su amigo durante años, casi desde la guardería hasta, donde estaban ahora, la universidad, Alex.

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