V.

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Son pocos los lugares a los cuales Michael llevaba chicas. No le gustaban mucho las citas y era malo con ellas, al igual que Ella. Ambos eran malos para las citas, les gustaba más pasar tiempo entre amigos que con una persona en específico, pero esa noche, por muy romántico que sonara, ambos querían estar solo ellos dos.

Quizás era un tanto raro, pero Michael no quería estar con nadie más que no fuese Kate y viceversa. Es algo que pasa, no siempre y no a todos, pero en ocasiones, llega una persona, alma gemela, amor, amigo, lazo fuerte, vinculo de amistad, con la etiqueta que quieran llamarlo, que simplemente hace que incluso el deseo de la soledad se disipe, aun sin necesitarlo.

Había un lugar que a él le gustaba bastante y a pesar de que añoraba su increíble Nashville y estar allá en ese momento, decidió que su idea loca de llevarla a otro lugar fuera de la ciudad no iba a suceder en ese momento, por ello la llevo a su lugar favorito. Era un restaurante muy bonito frente al mar.

Pocas personas lo conocían, fue un lugar que encontró andando una noche después de haber tenido una discusión con su madre. Había dado con él después de varias horas de estar dando vueltas por la ciudad, había llegado hasta el lugar.

No era como los otros y Kate lo sintió en el momento que llego al lugar. Había varias sillas de mimbre de diferentes colores, llevaba años sin verlas. Su sonrisa se ensancho al verlas. Todo lucia entre veraniego y vintage. Al entrar el lugar tenia focos colgantes a por montón, el lugar era increíble.

La chica miro a Michael con emoción, este simplemente le dio una sonrisa de complacencia. Lo último que quería era dañar todo el momento con su bocota. Kate agradeció estar aquí ahora y entonces una mujer bastante mayor, no tan vieja como para ser su abuela, pero si como para ser su madre le vio con ternura y le regalo una sonrisa.

—Buenas noches, ¿Qué desean para comer? —pregunto la mujer.

Kate miro la barra en la cual se encontraban todas las comidas del lugar con sus precios. No había sentido hambre hasta ese momento y agradeció desde su corazón y su panza por haber llegado a un restaurante y no a su casa. Aunque no había manera que llegaran a la misma, pues Michael no tenía ni la menor idea de donde vivía o eso creía.

—Me regala una hamburguesa doble carne y papas fritas—dijo.

—¿Y tú lo de siempre Mich? —la pregunta llego de parte de otro hombre. Igual o mayor que la mujer que los había atendido—. Tenías meses de no venir por acá, es una lástima que Serena se haya ido, le habría encantado verte hoy.

—Hola Carmen, hola Joe. Y sí, lo de siempre—el chico sonrió—Díganle a Serena que volveré y traeré un regalo por la perdida y dolor causado.

Rieron antes de tomar la orden y luego desaparecieron. Michael reposo su mano en la espalda de Kate para guiarla hasta la puerta y sentarse con ella en las sillas de afuera. La brisa se encontraba fuerte y se podían escuchar las olas del mar fuertemente. Aunque no estaban demasiado cerca de la orilla, pues no era permitido, si se podía apreciar un poco.

—¿Cuándo encontraste este lugar? —pregunto Kate colocándose la chaqueta. Se acomodó subiendo sus pies sobre la silla, lucia como una niña pequeña. En ese momento ella se sentía cómoda y tranquila, era un momento agradable y un tanto íntimo, que de no haber sido por ese día, no sabía que necesitaba tanto.

La presencia de Michael le agradaba. A pesar de que se había perdido por completo en la fiesta para seguir las locuras de su hermana enamorada y sentía que quizás el chico se espantaría al ella haberlo dejado solo, no fue así. Aun no entendía que era lo que le causaba la presencia del mismo, pero de lo que si estaba segura, era que con él se sentía tan tranquila como nunca antes lo había estado y sumándole a eso, era alguien con quien se podía estar, a parte de su atractivo físico, porque lo era, no era ese tipo de chicos déspotas o llenos de prejuicios y eso le agradaba demasiado.

FLORES PARA KATE | LIBRO #2.5 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora