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En la cubierta de un barco, una niña de unos diez años, con una larga cabellera castaño oscuro que caía como cascadas hasta su cintura, unos ojos de un color café oscuro y un vestido de color beige claro cantaba una extraña canción sobre piratas mirando a la nada puesto a la densa niebla a su alrededor. A su lado derecho estaba otra niña, de ojos claros y una melena castaño claro recogido en un bien recogido moño, ojos claros y un vestido rosa pálido, quien era un año mayor que otra, miraba el mar con una sonrisa mientras escuchaba la melodiosa voz de su hermana.

Las dos niñas no notaron que un hombre mayor se acercó a ambas hasta que le colocó una mano en el hombro a la niña de ojos oscuros de manera brusca volteandola asustando a la hermana mayor.

-¡silencio pequeña! Hay piratas por estas aguas, no querrán que vengan a buscarnos-dijo mirando a la niña fijamente antes de mirar por todo el mar que tenía delante de él.

Ambas niñas se miraron asustadas.

-señor Gibbs es suficiente.

Un hombre más joven que el mencionado, vestido de forma elegante hizo acto de presencia.

-cantaba una canción de pirata bajo esta niebla tan poco habitual-Gibbs se dirigió al recién llegado, soltando a la niña que observaba la escena al lado de su hermana-tenga en cuenta mis palabras, señor.

-las recordaré bien-el joven miró al señor Gibbs y continuó-a su puesto.

-si, señor-éste caminó hasta su puesto-también es mal augurio llevar mujeres a bordo, aunque sean niñas-masculló.

-yo creo que sería interesante conocer a un pirata-dijo muy segura Selena mirando al joven.

Dicho esto su hermana mayor asintió con la cabeza coinciendo con su hermana.

El joven la miró con una pequeña sonrisa.

-le pido que recapacite, mi Lady-habló acercándose a ambas niñas-los piratas son criaturas viles y detestables. Sin duda me encargaré de que cualquier hombre que use una bandera pirata o navegue con una le llegue su destino.

-¿y cuál sería su destino, señor?-preguntó Elizabeth.

Selena ya tenía una idea del destino de cualquier pirata puesto que lo habia leído en uno de sus tanto libros sobre leyendas y cuentos piratas.

El joven teniente dejó de ver el horizonte y las miró unos segundos antes de responder.

-un nudo apretado y una caída rapida-dijo regalandoles una sonrisa.

Detrás del teniente estaba el señor Gibbs haciendo una demostración de un hombre colgado en la horca. Elizabeth miró a su hermana asustada esperando que no sea cierto pero ella simplemente asintió con la cabeza afirmando ese hecho.

El hombre que se encontraba parado habló por primera vez.

-Teniente Norrington agradezco su fervor, pero me preocupa la influencia que este tema pues a ejercer sobre mis hijas.

-mis disculpas Gobernador-habló el teniente y con esa disculpa los dejó a solas.

-a mi me parece un tema fascinante-habló la niña de ojos claros.

Piratas del Caribe: La Maldición del Perla NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora