Pleasure room #06 - Sharp Breathe

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Dior x Sangah | 2019.10.15



-Quieta -una voz familiar llegando a sus oídos y Dior dejó de forcejear.

El agarre sobre su cuerpo era firme, atrapada entre el cuerpo de aquella chica y la escalera que subía hasta su apartamento. Una mano sobre su boca sujetándola con semejante brusquedad que su mandíbula incluso dolía.

Tan violento que Dior quería derretirse en ese tacto al sentir semejante trato. Un lugar público, un cuchillo contra su cuello y el aliento de su novia sobre su oído.

Si a Dior le hubieran dicho años atrás que se iba a ver envuelta en una situación así, ella hubiera jurado que esa previsión de futuro no era para ella. Que ella no era ese tipo de chica, que era imposible que alguien tan normal y tan decente como ella se viera arrastrada a algo así.

No obstante, lo cierto era que nadie la había arrastrado a esa situación más que ella misma.

Había sido un par de semanas atrás, estando con Sang Ah en la cama, con la menor curándole los roces que habían causado las cuerdas en las muñecas cuando todo empezó.

Ellas dos nunca habían tenido la relación más normal del mundo. Desde se conocieron, desde que se acostaron por primera vez, a Dior lo que más le atraía de Sang Ah era el peligro que irradiaba. Sus cejas pintadas, los piercings que adornaban su cara (uno en la ceja izquierda, uno en cada una de sus mejillas, dos al lado derecho de su labio inferior y otro en el izquierdo, en lo alto del puente de su nariz otro y dos más en su lengua), los tatuajes cubriéndole la espalda, los brazos, el vientre y la pierna izquierda, el modo en que siempre la había mirado como si estuviera por encima de ella, como si no le importara en absoluto que fuera una niña bien, como si incluso la despreciara por ello. Todo ello hacía que, para Dior, la otra chica fuera un inalcanzable y peligroso capricho que la cegaba. La había perseguido tanto, se había obsesionado tanto con ella, que Sang Ah un día se hartó y, tratando de asustarla, tratando de demostrarle qué tipo de persona era realmente para que la otra se alejara, la había tirado al suelo y la había agarrado del cuello para amenazarla. Solo para eso, para asustarla. 

Docilidad era lo que había recibido de Dior en respuesta y, antes de darse cuenta, se había inclinado a besarla, a acariciarla, a meterle la mano dentro de la ropa interior para tocarla como Sang Ah sabía que nadie más la había tocado nunca. 

Se había empeñado tanto en rechazarla por negarse a sentirse atraída por una chica así, tan normal, tan elegante, tan distinta a todo lo que era ella, que no se había dado siquiera cuenta de cuánto le atraía la cara de cachorrito indefenso que Dior llevaba a todos lados. Era tan bonita, tan tierna, tan dulce. Tan única y tan distinta a lo que esperaba recibir de una niña mimada hija de padres ricos, que todo lo que hacía que la detestara terminó siendo lo que acabó por lograr que se enamorara de ella.

Había empezado siendo solo sexo, con Dior pidiéndole a Sang Ah que hiciera lo que quisiera con ella, que la usara como quisiera; con Sang Ah atándola, amordazándola, arañándola, mordiéndola y siendo brusca con ella como había descubierto que le gustaba a Dior que ella la tratara. Todo en la vida de Dior estaba tan estructurado, tan pautado, tan pulcro, que Dior deseaba perder el control, que algo en su vida fuera caótico, que algo en su vida sucediera por encima de su propio control. Había empezado siendo solo sexo brusco seguido de Sang Ah cuidando de ella y asegurándose de no haberle hecho daño, ni físicamente ni mentalmente. Cuando eso se transformó en algo más profundo, ellas siguieron tratándose igual en la cama, hasta que, hacía un par de semanas, cerca del tercer aniversario de ambas como pareja, Dior le dijo a Sang Ah que quería algo más, que llevaba dándole vueltas un tiempo y que deseaba jugar con algo un poco más peligroso. 

You make me wet by your under  » MONSTA X. KINKTOBERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora