VII

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Tras eso; los cabellos negros de Mikasa se movieron; había asentido.

—¿Si te preguntas como lo haremos? No estoy muy convencido —hablé con toda franqueza. Tengo miedo, temor de que algún paso en falso de afecte; te dañe y aleje, una vez más. « ¿No soy yo el que quiere protegerte?»

Centre mi mirada en los sucesos que pasaban frente a mí. Del titán acorazado se desprendían la armadura, sus fuerzas. Eso ya no te enardecía. Ese no eres tú. Y lo sabemos.

El titán femenino; Annie, declinaba ante los ataques de su contrincante; el titán bestia. « No hay tiempo que perder. Muévete, Levi » Me recalqué, ante mi minúsculo movimiento. La mirada oscura seguía puesta en mí.

Trague mi pavor; y con él, las punzadas de dolor constante. No te perdería, no estando frente a mis ojos. No sentiría de nuevo la impotencia acariciar mi cuerpo.

Las detonaciones retumbaban los cielos; todo a su alrededor. Volteé en orientación a Mikasa. Sus ojos demandaban coraje; la sombra de la capa rasgada, hacía hincapié a su restaurado brillo en sus iris negros, oscuro pulcro.

Sigilo de habla. Comprendían ambos por la mirada. El impacto de un dirigible; les dio la señal. Descendieron de la corteza del árbol y sus fuertes vástagos. Enganchados de inertes titanes, que aguardaban los rugidos de ataque.

Deslizaron las najas. Cortaron en el punto débil de los titanes; casi todo el cuello de las bestias, con ubicación lejana a los ojos del jefe de guerra.

—¡Sobrevivientes de la legión! —grito antes de recibir un impacto de bala. Los disparos del ejército de Marley no cesaban.

Apresuré mis movimientos. Las manchas carmesí no desaparecían de mis ropas. 
Logré estar posicionado detrás del titán bestia. Elevé mi cuerpo, a la altura de la nuca. Me advirtió tarde; el metal cortaba rápido la carne evaporizada.

Lanzó sus últimas piedras. Mikasa se refugió tras la pierna del titán femenino; ambos habíamos rodeado a los titanes que combatían, cortando los tendones de esta. Los proyectiles y el acto de la azabache, la derribaron. Las energías le abandonaron, porque no cristalizó su cuerpo.

La ráfaga de fuego, disparos; se alzó contra los expuestos portadores, y contra nuestros cuerpos. Un impacto más; lanzó al suelo del valle al titán acorazado. 
« ¡Ya es hora! » Leí en la mirada de Mikasa. Eren avanzó a nuestra ubicación.

Sujeté los algo desgastados metales. Eren no nos miraba a ninguno de los dos. Las alcé, haciendo que chocaran. « ¿Qué mierda plenas, Eren? »

Frenó frente al cuerpo de Annie. Mikasa trepó a su hombro.

—Eren, hay que salir de aquí —hablo claro la de cabellera oscura.

« ¿Lo vas a hacer? ¿Ese es tu plan? » Y sin que me escucharas y respondieras. Yo lo hice.

Sin vacilaciones, tomaste a una inconsciente y, recientemente comenzado a regenerarse; Annie. Rumiaste seguido su cuerpo. Ante los perplejos ojos de Mikasa y los míos. En segundos la tragaste.

Con minúsculo número de Jaegercistas en la zona. Te acercaste al cuerpo de Zeke.

—¡Defiendan a Zeke! —grito una voz femenina. Yelena; uno de los soldados voluntarios; fanática del titán bestia.

Lanzaron lanzas relámpago contra el cuerpo titán de Eren. Atiné a derribar a Mikasa. 
Si no fuera por eso; solo hubiera quedado yo. El impacto abrió otra herida. Sentida el líquido tibio recorrer mi abdomen.

—¡¿Por qué demonios no te moviste?! —exclamé con el dolor de la lesiones. Su mirada se nublo antes de contestar.

—Así terminara ,¿eh? —Comprendí su comentario. « Eren no fue el que mato a Armin » Pensé.

—Decide. Ayudaras a Eren, o morirás aquí —hable con dureza.

Los segundos se desvanecían al mismo ritmo que mi sangre. Un mareo aturdidor lo confirmo. Gracias a las detonaciones; el acorazado se escabullo sin problema hacia el cuerpo de Zeke; que lo masticaba con descaro ante los que intentaban protegerlo.

El fuego del enemigo emulo un parar. Un dirigible exploto, cayendo del anaranjado cielo, al campo de batalla. Otro más se desplomo. Eran atacados; cazados.

El titán acorazado se levantó, junto con el de Eren. Mikasa no hablaba. Los choques de las naves trepidan los cuerpos expuestos en la pastura. Se escucharon bullicios con una marcha. Las fuerzas no retornaban y residían en mí.

Alcé mi mirar. Una multitud arribaba al lugar. « ¿Refuerzos? ¿De quién y para quién? »

Los cabellos oscuros se levantaron. Se movían con el frió de la noche que asechaba; tiñendo los ambiguos tonos negros. El nuevo ejército venia del muelle. « ¿No eran naves? Sí que planearon todo »

Instantes pesados y borrosos pasaron. La noción me ha dejado. El ejército nos cubrió.

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 Rumiar:  masticar por segunda vez los alimentos, que vuelven desde las cavidades del estómago.

Espera... por favor; ¡Espera!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora