Capítulo 09 Cueva

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Estábamos en pleno invierno, las nevadas eran comunes por lo que los caminos se pintaban de un hermoso blanco, el aire era frió y algunas veces quemaba, pero no importaba, amaba esta época del año aunque muchos lo odiaran, se prohibía subir a la montaña, la mayoría de las familias se refugiaban en el edificio principal o pedían permiso para bajar al pueblo, el acceso al templo ancestral estaba completamente restringido para todos aquellos que no vivieran en él.

Me gustaba jugar en la montaña, a diferencia de los demás niños que gustan de convivir con otros yo prefería estar sola, aparte que tenía un pequeño secreto, cerca del templo ancestral en una de las cuevas encontré un nido de gatitos de tubo, era muy extraño que en un lugar donde se daba caza ayakashis y se suponía había sellos de restricción hacia ellos, pudieran entrar los gatitos, supuse que era porque su energía espiritual era tal baja que los escudos ni siquiera los consideraron.

-Hola_ dije entrando a la cueva y calentándola con mi fuego espiritual.

-Kaho chan_ corearon en grupo mientras flotaban a mi alrededor enredándose en mi cuerpo.

-Vaya aún no se han congelado_ reí, mientras comenzaba a jugar con ellos, las bajas temperaturas no me hacían daño, realmente nunca sentía frio, exceptuando el aire, ese al respirarlo me quemaba la nariz, todo era a causa del ataque que recibí cuando era un bebe, algo hizo ese ayakashi que provoco que pudiera materializar mi energía espiritual y manejarla a mi antojo.

-¿Nos has traído comida?_ pregunto uno cuando me canse de jugar , me senté mientras ellos se acurrucaran a mi alrededor.

-Si_ saque de mi mochila de conejo un par de chocolates y les entregue un pedazo a cada uno.

-Gracias_ volvieron a corear_ Kaho chan_ dijo uno acercándose a mis ojos_ ¿por qué estas tristes?

Volví a sentir un malestar en mi pecho, desvié la vista y me asome afuera, el cielo se estaba obscureciendo, pronto vendría una tormenta de nieve, debía irme antes de que vinieran a buscarme.

-Escóndanse, viene una tormenta_ me levante y me despedí de los gatitos.

Era más fácil seguir subiendo que bajar, era divertido jugar en los escalones llenos de escarcha y crear avalanchas desde lo alto, al llegar a la cima la vista era hermosa, los copos de los arboles eran completamente blancos haciendo irreal el reflejo que se veía a lo lejos del lago que seguramente ya se encontraba congelado.

-Kahoko_ voltee a ver a quien me llamaba y corrí hacia ella.

-Tía_ brinque y ella me cargo.

-Que haces aquí pequeña, sabes que no está permitido que subas en esta época, tu padre se va a preocupar.

-No creo que se acuerde que existo_ conteste aferrándome a su pecho_ desde que trajo a esa mujer a vivir a la casa ya no es como antes.

-Kahoko..._ me abrazo y beso mi cabeza_ eso no es cierto, tu padre siempre piensa en ti.

-No es cierto_ la voz se me atoro en la garganta_ ella dijo que pronto tendré un bebe y que será mi hermanito, él se olvidara de mi_ estalle en llanto.

Dejo que me desahogara, siguió soportando mi peso mientras caminaba adentro del templo, cuando me calme ella volvió hablar.

-Kahoko veme a los ojos_ levante la vista y limpio las lágrimas con su pañuelo, era como una madre para mí, la amaba como a una, pero desde que mi padre volvió a casarse, ya no me dejaban estar con ella, mi padre decía que ahora estaba esa mujer para cuidarme, pero yo no la quería_ tu padre te ama, que se haya casado y vaya a tener otro hijo no significa que te olvide.

La maldición del rey dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora