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Ranma ½ no me pertenece.

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d R A m A t i C

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(3)

Mientras Kasumi se cubría la boca y la apretaba con fuerza, Nabiki cerró la caja de golpe y la apartó de los ojos de todos lo mejor que pudo. Aunque era tarde. La verdad ya se había mostrado ante ellos.

Ryoga retrocedió espantado, buscando la salida inútilmente. El aullido de Soun Tendo rasgó el extraño silencio que había ese día en la casa. El hombre abrió los ojos como platos, se tambaleó, murmuró el nombre de Akane varias veces y al final perdió el conocimiento cayendo sobre la mesa, entre el tazón de arroz y el de sopa.

—Señor Tendo —lloriqueó Nodoka cubriéndose el rostro con la manga del kimono.

—¿Está...? ¿Realmente está...? —Genma tragó saliva, pestañeando varias veces, sin poder creérselo. Después incorporó a Soun y lo sacudió—. Tendo, ¡Tendo!, debe ser fuerte en este momento. Amigo mío...

Nodoka abrazó a Kasumi en un apretado consuelo al mismo tiempo que observaba a Ranma.

—¿Hijo? ¿Ranma?... Querido... —No sabía qué decir, pero no había nada que decir tampoco, ninguna palabra lo consolaría, ningún gesto calmaría su dolor.

Los ojos de Ranma estaban vacíos. Continuaba mirando al frente, aunque la caja y la cabeza de Akane ya no estaban ahí, pero no podía apartar los ojos, o quizá ni siquiera veía lo que estaba ante él, su mente se había perdido en derroteros que ninguno de los otros ocupantes de la casa podía entender.

—Ranma...

Kasumi se apartó de Nodoka con los ojos llenos de lágrimas y puso una mano sobre el hombro de su cuñado. Sus delicados dedos lo apretaron con cariño, intentando transmitirle algo de consuelo. ¿Acaso podía?

—Ranma, Ranma, hijo, debemos... debes...

Nodoka apretó los labios con fuerza. Su hijo no respondió, no dijo nada, ni siquiera se movió.

—¿Qué podemos hacer, tía? ¿Qué haremos ahora? —preguntó Kasumi ahogándose con las lágrimas.

—¡Oh, querida!

—¿Ranma? —Nabiki levantó el rostro al percibir un movimiento por el rabillo del ojo.

El muchacho se puso de pie un tanto vacilante, sin mirar a nadie en particular. El flequillo que caía en su frente ocultaba con su sombra los ojos azules. Nadie podía verlos, pero quizá todos podían adivinar qué encontrarían en ellos al mirarlos de frente.

—Hijo...

—Muchacho, debes... ahora mismo debes... —Genma se atoró con sus propias palabras, intentaba mantenerse firme e indiferente, pero la tragedia también le había dado un golpe en el rostro a él, el hombre más despreocupado y simple de todo Japón. Soun Tendo recobraba la consciencia en sus brazos de a poco en ese mismo momento, y hacia él desvió su atención—. ¿Tendo?

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