Capítulo 5.

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Moví impaciente mis pies contra el suelo

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Moví impaciente mis pies contra el suelo. La excitación y ansiedad bullían en mi pecho y mis manos temblaban sosteniendo el pasaporte. El pasaje estaba en mi bolsillo trasero y me había encargado de embalar mi única maleta y entregar las cajas repletas de mis cosas para enviarlas por el equipaje de bodega.

A pesar de tener todo en orden, tenía un nudo en la garganta desde que habíamos llegado, pero no le había hecho saber a ninguno de ellos como me estaba sintiendo.

Era la primera vez que iba a subirme en un avión y todo me resultaba extraño, se me revolvía el estómago ante lo desconocido que me esperaba. Iba a estar sola, por completo. No era lo mismo estar con Gia o con Andrée. Esta vez, iba a ser solo yo, y aun se me hacía raro de asimilar.

No estaba arrepentida de la decisión que había tomado, pero una parte de mí deseaba quedarse con Gia y con Daniel. Ellos me habían preguntado mil veces si realmente estaba segura de irme y las mil veces respondí que sí, a pesar de la incertidumbre que corría por mis venas.

—¿Por qué parece que estás a punto de vomitar? —preguntó Andrée mientras tomaba asiento a mi lado.

Lo miré.

—¿Y si me estoy equivocando? —respondí mordiendo mis labios.

Andrée suspiró. Pasó su brazo sobre mis hombros y me llevó hacia su pecho. Recosté mi cabeza contra él.

—¿Y si no? —rebatió— ¿Irte te hace sentir mal?

—No —contesté de inmediato—, pero, no lo sé... Creo que estoy horrorizada de hacer esto sola —admití finalmente.

Me apretó contra él antes de soltarme y mirarme como si estuviera loca.

—¿Tú? Elena Herrera, la mujer más independiente, fuerte e increíblemente resiliente, ¿Tienes miedo? ¡Que alguien grabe esto! —levantó la cabeza y gritó.

Negué, sin poder creer que estuviera haciendo eso.

Las personas comenzaron a voltearse hacia nosotros, así que lo sujete de su rostro y tape su boca.

—Cállate, ¿quieres? Solo... Cállate —reí.

Paso la lengua por mi mano, logrando que la quitara con rapidez.

—Puaj, Andrée. No seas puerco —limpié mi mano con su remera y volví a reír.

Me saco la lengua y sonrió en respuesta, como si fuera un niño pequeño.

Le saque el dedo medio y me recosté contra el banco.

Estar sentada en pleno aeropuerto me resultaba descabellante. Una parte de mí se sentía mal por dejar a Gia, y la otra parte, quería correr lo más pronto posible hacia cualquier dirección. A pesar de que sabía que mi hermana menor iba a estar bien y que me parecía genial que finalmente hubiese decidido darle una oportunidad a su padre, también sabía que Gia estaba reacia a dejarme ir y más siendo conscientes de lo bien que la habíamos pasado los tres estos últimos días. Se había sentido como una familia.

El Anhelo de Elena.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora