Serví un poco más de agua caliente en el mate y se lo entregué a Carol.
—Es que ni siquiera sé por dónde empezar —hice una pausa y coloque las manos en mi cintura.
Si alguien nos viera, tranquilamente podría pensar que éramos dos amigas cotillas que hablaban chusmerios de los vecinos y tomaban mates. La escena parecía una de las típicas novelas argentinas que solía ver por las tardes—. ¡Eran tan apuestos! Carol, si los hubieras visto... ¡Tú también habrías babeado conmigo! —reí.
La seguí con la mirada mientras sacaba la bandeja con las galletas recién horneadas. Eran una mezcla de chocolate con vainilla. Se me hacía agua la boca con el olor.
Se giró hacia mí y me regaló una sonrisa pícara antes de poner las galletas en el plato.
—Ya. Ahora dime, ¿Cómo eran? ¿Gemelos dijiste? —preguntó aún sonriendo.
Mordí mi labio recordando la imagen de esos dos hombres en mi mente.
—Eran grandes, muy grandes —abrí los ojos—, y... Uno de ellos tenía una cicatriz en su rostro que ¡Dios! Simplemente me dejaron sin respiración—me sinceré.
Carol se quedó mirándome sin poder creer lo que le estaba diciendo.
—¿Con una cicatriz en su rostro? —preguntó incrédula.
Asentí.
—Sí, y una muy sexy. Su hermano gemelo luce igual de sexy sin ella. La verdad, creo que esos dos hombres fueron creados por el diablo. ¿Honestamente? Nunca sentí tanto calor en mi vida—lancé una carcajada luego de decir eso.
Negó con su cabeza. El mate estaba en su mano ahora y le daba pequeños sorbos mientras hacía una seña con su mano para que continuara.
—Venga, cuenta más, estoy segura que no pasó solo eso —sus ojos brillaban emocionados.
Reí nuevamente antes de comenzar a contarle cómo había sido mi noche en el bar.
Le hablé de Adam, el barman que me había atendido, luego le conté el trago que me habían regalado esos dos bombones. También que me los había cruzado en el pasillo saliendo del baño. Y por último, que me habían traído hasta la puerta.
Carol me miraba y se reía, y otras veces asentía. Su rostro estaba gratamente sorprendido.
—¿Te trajeron hasta aquí? —tenía su boca abierta y una expresión graciosa.
Me reí, aún sin poder creerlo y asentí.
Carol se rio conmigo y negó con la cabeza. Tampoco salía de su sorpresa.
—¿Por qué estás tan sorprendida? —pregunte curiosa.
Negó con la cabeza y volvió a su tarea.
—No, no, por nada. Deben ser muy apuestos para tenerte así de loca, ¿eh? —río entre dientes.
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El Anhelo de Elena.
RomanceElena estaba lista para dejar su doloroso pasado atrás y comenzar de nuevo. Para lo que no estaba lista era para conocer a los hermanos Lombardi. Bruno, Adrián y Demian. Atraían con su mirada, te seducían con sus palabras y te atrapaban con sus be...