Capítulo 10.

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Subí las escaleras del edificio corriendo

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Subí las escaleras del edificio corriendo. La música sonaba por mis oídos. Mi cuerpo estaba repleto de sudor. Eran las cinco de la tarde y el sol parecía estar en lo más alto. Me sentía demasiado acalorada, a pesar de que solo tenía un top deportivo y un pequeño short. Dos horas corriendo y entrenando en el parque había sido suficiente.

Jadee y trague saliva. Tenía demasiada sed, incluso cuando ya había tomado litros de agua.

Abrí las puertas del edificio e ingresé. Mi respiración irregular sonaba por todo el lugar. Parecía un perro con la lengua fuera luego de correr tras una pelota.

Sergio estaba en su habitual puesto de trabajo. Levantó la mirada al verme y se quedó con la boca abierta. Me detuve delante de él a propósito. ¿Acaso nunca había visto una chica con ropa de entrenamiento?

Ladeé la cabeza y levanté las cejas. Lleve una mano a mi oreja y quite un auricular.

—¿Se te perdió algo? —pregunté seria, mirando a los alrededores.

Observe su rostro cambiar radicalmente. Casi estuvo a punto de soltar un sí, pero luego su rostro cambió a uno serio.

Carraspeo.

—Así que, has estado entrenando... —comentó de manera suelta.

Fruncí el ceño y miré mi cuerpo, para luego mirarlo de nuevo.

—Eso parece, ¿no? —conteste de forma seca.

¿Por qué estaba actuando como una auténtica perra? Fácil. Sergio me había pedido una cita un día después de la merienda con Carol y sus hijos. Y le había contestado con un rotundo no. Cada vez que nos cruzábamos, que era siempre, porque aparte de ser vecinos él estaba todo el tiempo en la recepción, se quedaba mirándome como un imbécil, como en estos momentos, entonces me veía en la necesidad de ser cortante para no darle pie a decir alguna estupidez o pedirme salir de nuevo. Al principio me miraba de forma intensa y me halagaba innecesariamente. Luego comenzaron las charlas largas, donde trataba de sacarme información de cualquier tipo. De igual forma jamás le contestaba.

A pesar de su insistencia, no era un mal tipo. Era gracioso y siempre estaba ofreciéndose para algo, pero mientras pensara que nosotros teníamos alguna oportunidad, entonces seguiría esquivando sus reiteradas propuestas y no tendría ni siquiera mi amistad.

—¿Harás algo esta noche? —preguntó apoyándose sobre el mostrador. Intentaba sonar interesante. Que dulzura.

Tomé una profunda respiración, intentando calmar mis ganas de zarandearlo por los hombros y decirle que dejara de joderme los ovarios.

—Sí, siempre estoy haciendo algo. Y cuando estoy libre, me gusta estar sola —sonreí— ¿Me das mi llave, por favor?

Sergio la busco en el tablero y me las entregó. Le di otra sonrisa y me alejé.

El Anhelo de Elena.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora