Capítulo 3. Bruno.

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Empecé a abrir los ojos. Todo estaba muy borroso. Intenté diferenciar la cara que veía enfrente de la mía, preocupada, interesada por mí.

- ¿Elena? ¿Me oyes?- me susurró una voz que no conocía.

Intenté incorporarme, pero todo me dio vueltas. Caí bruscamente otra vez sobre el colchón.

- S-sí- intenté pronunciar en un volumen de voz que fuera posible de escuchar.

- ¿Cómo te encuentras? ¿Estás mareada? ¿Te duele la cabeza?

No reunía fuerzas suficientes para hablar.

-A-agua, qui-quiero agua- susurré.

Tenía la garganta muy seca, creo que eso era lo que no me dejaba hablar.

- Oh, sí, no te preocupes, ahora mismo voy.

Al minuto me trajo un vaso con agua fresca. Me aclaré la garganta y por fin conseguí hablar.

- ¿Quién eres?- pregunté confusa. Nunca había visto a ese chico- Y, ¿dónde estoy?

- Bueno..., verás...- dudó - soy el torpe que te ha atropellado antes- me dijo con una voz bastante triste, y miró hacia el suelo.- Y estás en mi casa, espero no haberte molestado tomándome la libertad de traerte aquí.

- Ah... no te preocupes, yo tampoco te vi. Fue culpa de los dos.

Miré su habitación, ya que era dónde nos encontrábamos. Qué bonita era; paredes en un tono azul celeste, cama grande (y muy cómoda), cuadros que la decoraban dándole un aire juvenil...

- No, fue culpa mía, iba tan concentrado en mi música que no os vi y acabé encima de ti. Lo siento mucho- me dijo sintiéndose culpable.

Aunque tal vez lo fuera.

- Oye, tranquilo, que no pasa nada.

Me sonrió y le cogí la mano para tranquilizarle, parecía estar realmente preocupado.

- Por cierto, ¿qué es exactamente lo que me ha pasado?- le pregunté- No me acuerdo de nada.

- No te preocupes, preciosa, sólo te has golpeado la cabeza y te han tenido que vendar. Bueno, en realidad te he vendado yo- me dijo, y me sonrió amablemente.

Eso me hizo temblar un poco. ¿Preciosa? Un desconocido me acababa de llamar preciosa. ¡Qué fuerte! Además, el precioso era él... Qué ojazos tenía. Color miel, almendrados y con unas pestañas larguísimas. Mirada dulce y a la vez protectora. No debía de tener más de veinticinco años, pero estaba en buena forma. Vaya que si lo estaba. Tez bronceada y firme, bien afeitado, brazos (al menos lo que se veía de ellos) muy bien trabajados, pelo castaño perfectamente peinado hacía el lado, pero con un toque desenfadado. Y su sonrisa... Qué sonrisa. Me perdía en sus labios. <<¿Cómo se llamará?>> pensé. Bueno, ya tendríamos tiempo para presentarnos.

- Muchísimas gracias, de verdad, no tenías por qué-. Dije cuando reaccioné- Mis amigas me habrían llevado a algún sitio...

Mentira. Mentira, mentira, mentira. Estaba encantada de que me hubiera cuidado él. ¡Un momento! ¡Mis amigas! ¿Dónde estaban? ¡Me habían dejado sola con este italiano! Qué malas amigas... aunque, en realidad hicieron muy bien.

Asombrado, ví cómo se tumbó en la cama, a mi lado, mirándome y sonriéndome. Me susurró un "eres preciosa" y me apartó un mechón de pelo de la cara. Seguía sonriendo. Se acercó más a mi y me lo volvió a repetir, "preciosa". Yo intuia que quería besarme, e increíblemente, yo a él también. Es que era tan guapo... y tan agradable... <<Espera... ¡es demasiado lanzado! Elena, no te conviene>>.

Jugar puede ser peligroso (Cancelada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora