Capítulo 4. Perdóneme, preciosa señorita.

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Evan

Cuando la vi entrar por la puerta de casa se me aceleró el pulso. Qué guapa era. Que ojos tenía. Que labios. Qué... todo. Era preciosa, y estaría bastante bien verla mucho más de cerca, a centímetros.

- Buenas noches, querida Elena- la dije en el tono más amable que pude fingir. De momento, quería fastidiarla un poco.

- Hola- y pasó delante de mí hacia la cocina sin mirarme-. Ya veo que no habéis preparado nada para cenar. Pediré una pizza, si al italiano no le molesta- me dijo marcando un número de teléfono con su móvil- me han dicho que hay una pizzería aquí al lado que es buenísima.

Elena

Evan estaba delante de mí con el torso al descubierto y un poco húmedo, al igual que su pelo. Seguramente acabaría de haberse duchado. Y olía genial... Sonreía mirándome, pero no de la manera de siempre, sino como burlándose de mi.

- Primero de todo, no sé quién te habrá dicho eso, pero deberías saber que aquí todas las pizzerías son buenas, debido a que esto es Italia- sonrió todavía más burlón-. Y segundo, tienes frente a ti el mejor pizzero del mundo-. Se señaló el pecho orgulloso.

Cogió el móvil de mis manos y colgó la llamada que acababa de hacer, lo dejó en la mesa, y sin darme tiempo a protestar se puso un delantal negro. <<Qué sexy está>> pensé para mis adentros. Sí, eso no era muy normal en mí, se podría decir que era anormal. Aunque más anormal todavía sería no pensarlo. <<Sí, decididamente, demasiado sexy>>. Sacó los ingredientes para hacer la masa (no sabría decir qué eran exactamente, debido a mis escasos conocimientos sobre la cocina) y empezó a mezclarlos todos, haciendo una pasta blanca. Sus manos se movían acompasadas, con fuerza y con mucha habilidad.

Me miró de repente. Y yo, cómo no, estaba ahí de pie, como alucinada, mirándolo fijamente. Pero como no le estaba mirando a la cara, sino a otra parte que también me llamaba mucho la atención (sus piernas, no soy una pervertida) se empezó a reír roncamente.

-Sé que soy demasiado irresistible para poder evitar mirarme de esa forma, pero podrías disimular mejor- y me guiño un ojo.

Zás. Deprevenida. Me había pillado totalmente desprendida.

-B...bueno- intenté decir-. Creído- conseguí soltar, a lo que el me sonrió, sé dio la vuelta y siguió con su pizza.

Decidí ir al salón a ver la televisión, ya que no se me ocurría otra cosa mejor que hacer, aparte de pensar en Bruno. Todavía parecía qué seguía mirándome con sus ojos color miel, tan bonitos... Y tampoco olvidaba sus labios, esa sonrisa. Parecía que le conocía de hace años por la forma en que pensaba en él, aunque lo peor de todo es que quizá ya no volviera a verle nunca. Y quería hacerlo, lo necesitaba. No necesariamente para convertirlo en un amor de verano, esos que al mes se te han olvidado, ni siquiera en un simple amor, sino, simplemente, verlo. Me hacía sentir muy bien, y me había cuidado igual de bien. Aunque bueno, eso no lo habría hecho cualquiera, aunque hubiera tenido la culpa de mi accidente.

Al cabo de, más menos, una hora, en la que me "entretuve" viendo un programa de cocina italiano del que no entendí ni una palabra, vi aparecer a Evan todavía con el delantal puesto y con una bandeja en la mano que contenía una pizza bastante apetecible, al menos por su olor.

- Señorita, aquí tiene su pizza- me dijo sonriendo (como siempre) y la colocó encima de la mesita de cristal del salón.

- Vaya, qué amable camarero, sírvame una porción, por favor.

Sé río cariñosamente y me sirvió una porción en un plato en el que ponía Verona, la ciudad del amor, y otra en su plato.

Sé sentó a mí lado, quizá demasiado cerca de mí, aunque mientras no sobrepasara los "límites" no me importaría demasiado. Los dos comimos la pizza cómodamente, y sí, acabo de decir cómodamente. Ese fue el único momento de los días que llevaba aquí que no discutía con él, y que él no decía algo que pudiera molestarme. Realmente la pizza estaba deliciosa, quizá por eso voló antes de que pasara media hora.

Jugar puede ser peligroso (Cancelada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora