Capítulo 2. Accademia di Italiano.

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La comida se hizo bastante rara. Ninguno de los tres pronunció ninguna palabra, solo cruzamos algunas miradas, sobre todo, Evan y yo. No lo entendía. Que Evan me mirara así, y tanto.

Cuando, a las cuatro y media, llamó mi tutor al timbre para que saliera, Evan fue escopetado a abrirle la puerta, y el abuelo ni se inmutó. Yo salí lo más rápido que pude; estar en esa casa se me hacía demasiado raro y agobiante. Habría deseado que me hubiera tocado con una familia amable, con una hija simpática que hablara conmigo y me enseñara cosas, pero no. Me había tocado con un chico muy raro y un abuelo más raro todavía. Pero bueno, es lo que había. Me despedí de Evan con un simple "adiós". Y el me miró, me sonrió levemente y me acarició la mejilla, otra vez como si nada. ¡Y delante de mi tutor y de los cuatro compañeros que ya había recogido y que miraban asombrados! Esto no era normal. Él no era normal.

Cerró la puerta.

Yo salí a paso ligero, quería alejarme un poco de mi tutor. Eva, la más cotilla de clase, me alcanzó. Aprovechó para preguntarme si ya conocía a ese italiano, si teníamos algo, y que si no, que se lo presentara. Acompañado de una risilla tonta. Já. ¿Qué es esto? ¿Qué se ha creído esa? Primero, esa chica no tiene ninguna posibilidad con Evan. Y segundo, Evan es para mí, no para ella. <<¡¿Elena?! ¿Qué estás pensando? ¿Cómo que es para ti? ¡A ti no te gusta!>> Bueno ya, pero tampoco va a ser para ella. Punto. Para ninguna de las dos. No se lo pensaba presentar por nada del mundo.

Mi tutor me miraba con una cara de extrañeza, y a la vez confusión. Seguro que pensaba algo parecido a lo de Eva. Pero bueno, yo poco podía hacer si Evan no paraba de hacerme esas cosas, aunque viera que no le hacía caso. Ni iba a hacérselo. Que se buscara a otra que cayera rendida en sus brazos a la primera de cambio, porque yo no era esa.

Fuimos llamando a los veinte alumnos restantes para reunirnos en un plaza muy bonita que nos habían enseñado antes, pero no me acuerdo de cómo se llamaba. Por fin terminamos con todos, y mientras caminábamos hacia la plaza, mis amigas y yo estuvimos preguntándonos quién nos había tocado, si era majo o maja, si la casa era bonita, si los padres cocinaban bien... A Bárbara le había tocado con un chico bastante feo según ella, pero majo; a Bea con una chica un poco pija y maleducada, y además pesada. No paraba de preguntarle cosas de su vida privada, y encima en itliano; a Dani con un chico guapísimo, con ojos azules y pelo rubio, pero que era un poco tímido, aunque simpático. Y yo les conté que el chico que me había tocado era bastante guapo, me miraba mucho y me acariciaba la mejila. Así, de sopetón. Ellas pusieron cara de enamoradas locas y se empezaron a reír.

- Bueno, bueno, Elena, parace que ya has ligado algo, ¿eh?- me dijo Dani con un tono empalagoso.

- Sí, claro, me encanta, me casaría con él- bromeé.

Los profesores nos indicaron que nos calláramos, pues ya estábamos en aquella plaza y nos iban a llevar a conocer el colegio donde pasaríamos el resto de las mañanas en Verona. "Debíamos aprender más italiano", según ellos. Así que fuimos hacia nuestro próximo calvario, la Accademia di Italiano.

Cuando llegamos nos asignaron a cada uno una clase, que a la vez compartíamos con alumnos italianos. A Bárbara y a mi nos tocó ir juntas, y a Bea y Dani también, en la clase de enfrente.

Nos sentamos y dio comienzo la clase.

Entró la profesora, sonriente, joven y decidida, acompañaada de diez alumnos italianos aproximadamente. El último de ellos era el que menos habría deseado ver: ¡Evan! Esto no podía ser verdad, esto no podía estar pasándome a mi. Y para terminarde ramatar, va y se sienta detras de mí.

- Hola, guapa- me soltó mientras me acariciaba el pelo por detrás.

Me di la vuelta bruscamente y le miré seria. A lo mejor más de la cuenta.

- Cállate.

- ¿Por qué? No he dicho nada malo, solo he dicho la verdad.

- Me da igual, déjame en paz.

- Me contestas así porque desde el primer momento en que me viste estás colada por mis huesos, ¿no es así?- me dijo sonriente, y cogió mi mano e intentó besármela.

- ¿Pero qué haces?- la retiré rápidamente, y le dediqué una mirada fulminante- Claro que no, siento decirlo, pero no mereces la pena. Olvídame-. Y me di la vuelta orgullosa de mi respuesta.

Evan se quedó pensativo mirando hacia abajo, parecía que le hubiera dado un golpe bajo. Ya era hora de que una chica se le resistiese, no todo iba a ser un camino de rosas con chicas fáciles de conseguir.

La profesora nos mandó callar y empezó a escribir palabras en itliano en la pizarra. Esto iba a ser muy aburrido. ¿Dos meses así? No lo aguantaría.

Las clases pasaron muy lentas, nisiquera hablé con Bárbara. Fueron llegando sucesivamente profesores nuevos, que resultaban ser más aburridos cada vez. Se presentaban y nos decían que debíamos enforzarnos al máximo en su clase, y no sé cuántas chorradas más. No me enteré de nada, hasta que el timbre de salida me despertó. Todos salieron corriendo, mientras yo me quedé guardando los escasos apuntes que había tomado. De repente una voz grave me sorprendió por detrás.

- Preciosa, ya echaba de menos hablar contigo- y me retiró el cabello hacia un lado, dejando al descubierto mi hombro derecho, y aprovechó para acariciármelo.

Evan. Parecía habersele pasado rápido el rechace que le había dado antes.

- Sí, ¿no? Déjame pasar- le dije lo más fría que pude.

Me siguió.

- ¿Qué te pasa conmigo? No creo que sea tan malo como para que me rechaces así- me dijo levantando la voz, intentando que le oyera.

Pero pasé completamente de él. Aunque bueno, me daba un poco de pena, quizá estuviese siendo demasiado dura con él. Tal vez debiera darle una oportunidad para conocerle realmente. Ya me lo pensaría.

Por fin conseguí salir afuera, y me encontré a Las cruces esperándome en la puerta de salida.

- Por fin sale la tardona- me vaciló Bea.

- Esque tenía muchos apuntes que guardar- mentí- y además, Evan quería hablar conmigo, pero me he conseguido escapar de él.

- ¿Ha pasado algo, cariño?- me preguntó Dani un poco preocupada.

- No, nada, solo que no me apetecía hablar. Y tú capulla, no me has esperado- le dije a "Barbi" (así es como solemos llamar a Bárbara, ya que es idéntica a una), fingiendo estar enfadada.

- Esque un tipo moreno me ha empezado a hablar y me ha caído bien, y hemos salido juntos.

- Bueno, te lo podré perdonar- y le guiñé un ojo.

Todas salimos del recinto, ya que nos habían dado toda la tarde libre (bueno, toda, tres horas. Hasta las ocho y media que debíamos ir a nuestra casa a cenar) para hacer lo que quisiéramos. Decidimos dar un paseo por Verona para conocerla un poco mejor; ya que decían que era tan bonita, no nos lo íbamos a perder. Estuvimos caminando por sus preciosas calles, fijándonos en cada detalle de ellas, en sus piedras, colocadas a la perfección, en sus casas, cada una construida al gusto de su inquilino, sus fuentes, grandes, luminosas, llenas de vida, y sobre todo, de agua cristalina. Sí, en verdad eran preciosas. De repente un chico montado en un monopatín, con gafas de sol y cascos de música llegó por un callejón, y sin darse cuanta de nuestra presencia, acabó atropellándome inevitablemete. Caí al suelo, y él encima de mí.

Jugar puede ser peligroso (Cancelada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora